Trabajaba entonces en una compañía de agroquímicos, la cual tenía una importante red de agentes comerciales o vendedores, cuya misión era visitar a los distribuidores de productos agroquímicos y agricultores importantes, para venderles nuestros insecticidas, herbicidas, fungicidas y demás productos para combatir las plagas y malas hierbas que atacan a los cultivos.
A los pocos días de entrar a trabajar en esta empresa, se celebró una reunión con toda la red comercial. Fue allí cuando escuché cómo ese director Comercial empezó a decir cosas como “tenéis que ser unos buenos rameros para que consigamos el objetivo de ventas que nos hemos propuesto”, “sin rameros no hay éxito posible”… Yo me quedé alucinado con tales insultos a los vendedores, aunque estos en vez de enfadarse se limitaban a echar sonrisitas y cuchichear entre ellos.
Al cabo de un rato de su arenga, pude por fin entender de qué iba la cosa: el director Comercial estaba haciendo un símil entre los vendedores y los remeros de las traineras, para indicar que se necesita el esfuerzo de todos y que todos rememos juntos para lograr el éxito. Lo de utilizar repetidamente la palabra “rameros” en vez de “remeros” tenía su explicación: Bruno Maire, que así se llamaba el director Comercial, era francés y aunque hablaba muy bien el español, aún se confundía con algunas palabras.
Cuando salí de mi error –como yo era nuevo no lo había captado al principio como los demás- respiré de alivio al comprobar que mi nueva empresa era una empresa normal y no una casa de putas.
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