jueves, 11 de abril de 2024

Estamos en un mundo de estúpidos

(AZprensa) Tras la celebración anoche del partido de fútbol entre el PSG y el Barcelona, los jugadores del Barcelona se negaron a hacer declaraciones a los periodistas de Movistar. El motivo: Se habían sentido ofendidos por una broma del comentarista de Movistar Germán Burgos.
 
Pero ¿qué había dicho para provocar semejante terremoto en la expedición azulgrana? Pues simplemente estaba comentando, con su habitual tono campechano de sencillez y buen humor, que si al joven futbolista del Barcelona, Lamine Yamal, le va mal en el fútbol siempre puede irse a un semáforo.
 
Todo el Barcelona se sintió ofendido, se rasgaron las vestiduras, se tiraron de los pelos, clamaron desesperados al cielo, se les salieron los ojos de las órbitas… “¡Eso es racismo! ¡No se puede tolerar!”, se dijeron, y tomaron la decisión de elevar su protesta a Movistar y no hablar con ellos, como esos niños pequeños que cogen una rabieta, se tiran al suelo y patalean, y luego dicen: “¡Ya no hablo más contigo!”.
 
Vamos a ver, almas de cántaro, para empezar hay que ver el contexto: El citado comentarista es una persona que siempre habla en un tono desenfadado, con buen humor, y lo único que pretendía era hacer una broma sin más trascendencia.
 
Pero aún hay más: Esos “ofendiditos” indocumentados no saben que al citado comentarista, aunque sea de raza blanca, todo el mundo le llama “mono” y no se ofende, sino todo lo contrario: luce con orgullo el mote de “mono” que le pusieron y con el que desarrolló toda su carrera futbolística.
 
Y todavía hay más: Gastar una broma a alguien diciéndole que si le va mal en el trabajo siempre le queda algún semáforo, no es racista, porque todos estamos hartos de ver en los semáforos a personas indigentes de raza blanca pidiendo dinero a los automovilistas que se paran en los semáforos.
 
Así que quede bien claro: Mandar en tono de broma a un semáforo no es un insulto sino una broma, y no es racista puesto que los semáforos están llenos, y de forma abrumadoramente mayoritaria, de personas de raza blanca.
 
Y lo mismo que un plátano no es racista, sino que es una fruta como la manzana; ir a un semáforo a pedir limosna no es racista sino el último recurso para alguien que no tenga otro modo de subsistencia.
 
Finalmente, no me quedo a gusto si no destaco lo ridículo y patético de todas esas personas (los "ofendiditos") que se ofenden por todo, que no saben lo que es una  broma, que carecen del sentido del humor, algo imprescindible para nuestra salud física y mental. Pero cada vez son más porque así lo promueven los poderes públicos a través de sus aliados los “medios de manipulación” y no queda más remedio que reconocer que estamos en un mundo de estúpidos.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon.

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