(AZprensa)
Susana Marcos trabaja en el Instituto de Óptica Daza de Valdés, del CSIC, en la búsqueda de soluciones a
diferentes patologías visuales. Diseñar lentes cada vez más sofisticadas, que
se adapten a las particularidades de cada ojo, es la base de su investigación.
El futuro de la óptica pasaría, según explica, por la personalización de las
lentes, según las necesidades del paciente, algo así como avanzar hacia los “ojos personalizados”.
¿Cómo funciona el cristalino?
Es una lente fascinante, tiene unas superficies que son asféricas
(difieren de una esfera y eso les otorga una mejor calidad óptica), su índice
de refracción no es constante y además, al ser flexible, puede cambiar su forma
para enfocar objetos a diferentes distancias. Esta propiedad tan interesante se
pierde al envejecer.
¿Qué ocurre en el cristalino con el envejecimiento?
Que se endurece y la cápsula que lo rodea no es capaz de moldearlo para
que pueda enfocar. A edades más avanzadas pierde también sus propiedades de
transparencia, produciendo lo que se conoce como cataratas. Cuando se operan se
reemplaza el cristalino por una lente artificial. En nuestro laboratorio
desarrollamos nuevas lentes intraoculares que vayan más allá de devolver la
transparencia perdida. Pretendemos que imiten al cristalino y tengan unas
propiedades que confieran al ojo una mayor calidad óptica. También trabajamos
en lentes multifocales y en lentes acomodativas,
que hagan funcionar al ojo como si el cristalino fuera joven.
¿Cuáles son entonces las soluciones que hay hasta ahora y hacia dónde
estamos yendo?
Podemos diferenciar entre métodos de diagnóstico y métodos de
corrección. Respecto a los primeros, hay una enorme necesidad de
cuantificación. Con las herramientas de imágenes que estamos desarrollando
tratamos de cuantificar el ojo en 3D. Así tendremos un modelo del ojo de cada
persona con sus dimensiones y su geometría. Esto es importante para diseñar
lentes sofisticadas que sean apropiadas para cada paciente. Aportamos alta
resolución de imagen y cuantificación de la geometría, biometría, estructura,
morfología e incluso de las propiedades mecánicas de la córnea y el cristalino.
Propiedades que pueden variar en cada paciente...
Absolutamente. Estas propiedades varían mucho entre pacientes, y además
cambian con el envejecimiento y con las patologías. Estas herramientas de
imagen tridimensional son muy importantes para la cirugía de cataratas y de
presbicia del futuro.
¿Y en cuanto a los métodos de corrección?
Hoy para la corrección de presbicia hay soluciones alternantes, es
decir, lentes que te quitas y te pones para ver de cerca; o lentes progresivas,
en las que miras por distintas posiciones de la gafa para ver de lejos y de
cerca. Son soluciones que implican llevar gafas, que en ocasiones
generan distorsiones que el paciente no tolera, y además distan de la
respuesta dinámica del ojo joven. Por otro lado están las soluciones de visión
simultánea, que te proyectan sobre la retina dos imágenes a la vez, una
enfocada para lejos y otra para cerca, de modo que se reduce la calidad visual.
Hay mucho terreno por explorar sobre cómo nos adaptamos a estas correcciones de
visión simultánea. En nuestro laboratorio hemos desarrollado simuladores que
nos muestran cómo es la visión que producen. Así podemos estudiar distintas
configuraciones de esta corrección, ver cuál es la más adecuada para cada
paciente y cómo este se adapta neuronalmente a una nueva experiencia visual.
Hasta ahora solo hablábamos de la parte física –de la óptica y la proyección de
imágenes de la retina–, pero el sistema visual es mucho más. Si proyectas a
varias personas exactamente la misma imagen sobre sus retinas, la verán de
distinta manera.
¿Quieres decir que esas nuevas herramientas de diagnóstico os permiten
ver las diferencias en la percepción de unos y otros?
Exactamente. Medimos esa percepción visual distinta en cada persona.
Proporcionamos a alguien una experiencia visual durante unos minutos y vemos
cómo su percepción cambia. Eso es interesante, porque cualquier corrección que
se hace –simplemente llevar unas gafas– te cambia la percepción visual, que es
dinámica y se ve muy afectada por cambios en el entorno.
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¿Qué nuevas correcciones nos permitirán ver mejor en el futuro?
Las lentes acomodativas de las que hablaba al principio, que
sustituirían al cristalino. Primero se implantarían en pacientes con cataratas.
Si fueran un éxito, habría una franja enorme de la población con edades más
tempranas donde podrían ser útiles (en lugar de las gafas). La presbicia no es
un problema grave, pero sí afecta a la calidad de vida de la gente en la etapa
más productiva de su vida. Estas lentes aprovechan elementos de la acomodación
que siguen funcionando a pesar de la edad, como el músculo ciliar, que cuando
se retrae la lente se aplana y entonces ves de lejos, y cuando se estira la
lente queda más moldeada y estás viendo de cerca. Sin embargo, en un cristalino
envejecido la cápsula no puede moldear nada porque este se ha hecho rígido. La
idea es reemplazarlo por una lente que sea flexible.
¿Las técnicas que habéis desarrollado podrían utilizarse en el
diagnóstico de otras patologías oculares?
Sí, muchas de las técnicas que hemos desarrollado pueden no solo ayudar
a entender los mecanismos oculares en la presbicia, sino también en otras
patologías como el queratomo, que consiste en una deformación de la córnea.
Nuestras técnicas de imagen 3D y las que caracterizan la biomecánica corneal a
partir de imagen se pueden aplicar al diagnóstico y mejora de la corrección del
queratocono. La córnea es un material biomecánico, así que si le haces una
incisión (por ejemplo, para operar cataratas) cambia de forma. Si conocemos estos
parámetros biomecánicos que medimos con las nuevas herramientas diagnósticas,
podemos predecir cómo va a responder la córnea a una incisión o a un
determinado método de corrección. O si un determinado paciente es buen
candidato para cirugía refractiva, o cuál va a ser la respuesta corneal a un
implante. Así se podrá personalizar ese implante o ese tratamiento en función
de las propiedades biomecánicas del ojo del paciente.
Esa idea de ojos personalizados, ¿es algo muy nuevo?
Sí. Por ejemplo, ahora se utilizan fórmulas regresivas para elegir la
lente intraocular que te van a poner. Se basan en el comportamiento del ojo de
cientos de personas, pero no tienen en cuenta muchas
de las peculiaridades del paciente en cuestión.
Es decir, hay una serie de parámetros que se pueden aplicar al ojo
humano en general, pero vosotros os estáis centrando en aquellos aspectos que
varían. Ahí estaría el avance.
Claro, es un cambio de paradigma. De esas fórmulas regresivas, en las
que eliges en función de lo que ocurre en el promedio de la población, a algo
totalmente individualizado.
¿Se podría decir que el futuro de la óptica está en el avance hacia los
ojos personalizados?
Sí. Hay que avanzar en las herramientas de caracterización del ojo
individual y luego, en la aplicación, hay que optimizar la corrección. O bien
se fabrica la lente de forma personalizada, o bien se escoge la óptima para el
paciente entre las que hay en el mercado. El otro avance tiene que ver con
incorporar el aspecto neuronal de cada paciente, la psicofísica de la que
hablaba.
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