(AZprensa) Hemos recogido algunas opiniones del autor del libro “Viaje al centro delos laboratorios”, una
novela autobiográfica en la que Vicente Fisac nos guía hacia el interior de los
laboratorios farmacéuticos y nos narra –con multitud de anécdotas- cómo unas
empresas comerciales (eso es lo que son los laboratorios farmacéuticos) tratan
de vender sus productos (los medicamentos), a través de sus intermediarios (los
médicos y farmacéuticos), a sus clientes (los pacientes) .
Extraemos algunas de dichas reflexiones que el lector interesado puede ampliar
a través del libro, disponible tanto en formato digital (4 euros) como en edición impresa (17 euros) y que se puede adquirir a través del siguiente enlace:
“Sé que muchos
médicos se van a escandalizar cuando lean este libro, pero lo que cuento en él
es lo que he vivido en primera persona; no son opiniones, son hechos que he
presenciado; e incluso hechos en los que he participado de forma activa.
Durante mis
primeros años en la industria farmacéutica, como responsable de su Publicidad,
mi misión era conseguir que el mayor número posible de médicos recetara los
productos de mi laboratorio y lo hiciera el mayor número de veces posible. Es
lo que hace siempre el responsable de Publicidad de cualquier empresa.
Los Visitadores
Médicos no son únicamente grandes conocedores de los productos, sino que son
(deben ser) amplios conocedores de técnicas de venta para convencer a los médicos
y persuadirlos para que receten sus productos.
Claro que ha
habido y hay médicos que se venden, pero ya no es como en tiempos pasados “a
tanto por receta”, sino que ahora se infla su ego haciéndoles impartir cursos o
ponencias, publicando sus libros, invitándoles a congresos, etc.
Hace años, un
médico que tuviera una buena consulta hubiera podido comer y cenar gratis todos
los días del año invitado por los laboratorios.
Los médicos
siempre han exigido protagonismo y tratamiento VIP y cuando no lo reciben
“tachan” de sus preferencias a esos laboratorios.
Los médicos que
editan revistas o publican libros, consideran que los laboratorios “tienen la
obligación” de insertar su publicidad en esas revistas o correr con los gastos
de edición del libro. Si no lo consiguen, se ofenden, y ya no mirarán con igual
agrado a esos laboratorios.
Ningún médico
receta un medicamento que pueda ir mal al paciente por el simple hecho de estar
fabricado por el laboratorio de sus preferencias, pero en igualdad de condiciones,
está claro por donde se decantará su elección. Más miedo me da el que me
receten cualquier cosa sin haberme escuchado (que es lo habitual ya que –según
estudios- el médico sólo dedica 17 segundos por visita a escuchar qué le pasa
al paciente. Así, antes que el paciente haya completado una frase, ya le ha
extendido una receta de un fármaco de amplio espectro para curarse en salud).
Pero, por otra
parte, todo esto no debería extrañar a nadie. Cualquier “prescriptor” está
siempre agasajado por los vendedores de aquello que puede recomendar. Los
cocineros para que recomienden ciertos alimentos, los periodistas del automóvil
para que prueben y recomienden ciertas marcas... todo aquél que pueda
“recomendar” algo atrae a los vendedores como la miel a las moscas”.
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