(AZprensa) El reciente informe de la Organización Médica
Colegial (OMC) sobre las farmacias supone un ataque a la línea de
flotación del actual sistema farmacéutico en España. Pero ¿por qué la
organización que representa a los médicos se dedica a decir cómo
deben estar organizadas las farmacias? ¿Aceptarían de buen grado que el Consejo
General de Colegios Farmacéuticos hiciese público un informe diciendo cómo debe
organizarse la asistencia médica? En fin, explicaciones se darán muchas, pero
hay un hecho incuestionable que subyace en todo esto y que sin duda es la madre
de todas las batallas: la prescripción.
El médico ha sido de siempre un VIP, una autoridad
incuestionable y bien pagada, a la que se obedecía ciegamente y se respetaba.
La situación actual ha ido asemejándose cada vez más a aquello que dijo Alfonso
Guerra: que no pararía hasta ver a los médico en alpargatas. Los médicos ahora
están mal pagados, saturados de trabajo, sin suficiente tiempo que dedicar a escuchar y atender a sus pacientes, cuestionados con frecuencia por esos mismos pacientes... y ya no pueden recetar
libremente (porque la Sanidad pública les controla el gasto) medicamentos
nuevos e innovadores que son muy caros y tampoco pueden recetar las marcas de
sus laboratorios favoritos porque deben hacerlo por principio activo. En
consecuencia, cada vez está más limitada su capacidad de prescripción y entra
en declive su atractivo como foco de atención y agasajos por parte de los
laboratorios farmacéuticos.
Desde hace unos años, además, tantos los enfermeros como los
farmacéuticos, han reclamado para ellos el derecho a “prescribir” fármacos,
aunque lo acotasen a determinados productos y circunstancias. Se han vivido a
este respecto agrias disputas entre la organización que representa a los médicos
y las que representan a farmacéuticos y enfermeros. Y es que tanto
farmacéuticos como enfermeros han visto durante demasiados años la corte de
visitadores médicos que adulaban a los médicos y les daban toda clase de
prebendas para que “prescribieran” sus productos y ellos, claro, también querían tener una parte del pastel.
Es la erótica de la prescripción, la atracción irresistible
que produce sentirse deseado y tener, de este modo, la sartén por el mango para
poder pedir y pedir y pedir, e incluso hasta exigir, prebendas y más prebendas
a los laboratorios farmacéuticos.
Pero los tiempos son otros. Los lamentos de la OMC no irán a
ningún sitio porque por encina de la erótica de la prescripción está la erótica
del dinero, y la Sanidad pública que es quien paga, quiere pagar menos. En
consecuencia, cada vez valdrá menos la prescripción de los médicos, limitados a
un catálogo reducido de medicamentos que pueden recetar y todos ellos bajo el
nombre de su principio activo, no de su marca comercial.
Por el contrario, los farmacéuticos se encuentran con que
tienen el poder de sustituir unas marcas genéricas por otras marcas genéricas,
que tienen (lo han tenido toda la vida) la confianza, la credibilidad y el
cariño de los pacientes, que acuden a ellos para que les expliquen lo que no
les explica el médico y se llevan los productos que finalmente les recomienda
(¿o debería decir “prescribe”?) el farmacéutico, e incluso pagan por
medicamentos de libre dispensación que dejan más beneficio al farmacéutico.
Y en cuanto a los enfermeros, otro tanto parecido. Cuentan
con el respeto y consideración de los pacientes, a quienes dedican tiempo y escuchan, consiguiendo que sigan a pies
juntillas sus recomendaciones (¿o debería decir “prescripciones?) .
Los laboratorios farmacéuticos son empresas comerciales que
venden productos como cualquier otra empresa, aunque en este caso esos
productos se llamen “medicamentos”. Y como cualquier empresa, dirigirán sus
estrategias comerciales y su tratamiento VIP a quienes más puedan influir en
las ventas de sus productos, en este caso: farmacéuticos y profesionales de enfermería.
Así es, por más que esto irrite a muchos.
Artículo "Médicos en alpargatas": https://azpressnews.blogspot.com/2020/10/medicos-en-alpargatas.html
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