(AZprensa)
Los ácaros, esos diminutos y desagradables arácnidos de apenas 0,2 a 0,5
milímetros de tamaño que tantas alergias y problemas de piel producen al ser
humano, son sin embargo unos ángeles benefactores de las aves. Así lo ha
demostrado un estudio liderado por investigadores del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), publicado en la revista
“Molecular Ecology”, cuyos resultados indican que los hongos y las bacterias
son el principal recurso alimenticio de los ácaros de las plumas (además de la
secreción uropigial que las propias aves utilizan para su limpieza e impermeabilización).
En
dicho estudio no se ha encontrado evidencia de que los ácaros se alimenten de
recursos del ave, tales como piel o sangre. En definitiva, los ácaros que están
en el plumaje de las aves actúan como los barrenderos, limpiando las mismas de
hongos, bacterias y detritos. En cambio, no se ha encontrado evidencia de que
los ácaros se alimenten de recursos del ave, tales como piel o sangre.
Este
estudio confirma la teoría de que la relación entre los ácaros y las aves no es
parasitaria, sino que se trata de una relación comensalista o simbionte, y
además de una forma permanente, ya que estos ácaros realizan todo su ciclo de
vida sobre el ave. Se desmiente, pues, esa antigua y arraigada idea de que los
ácaros eran unos parásitos de las aves que las perjudicaban.
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