miércoles, 27 de febrero de 2019

El implante coclear sigue evolucionando en su lucha contra la sordera


(AZprensa) Aunque sus orígenes se remontan a 1.957 en que se realizó en Francia el primer implante coclear, no ha sido hasta la década de los 90 cuando se ha producido una auténtica revolución en este campo haciendo que este dispositivo tecnológico no haya parado de evolucionar para corregir la deficiencia auditiva profunda neurosensorial. Sin embargo, dada su complejidad, aún sigue siendo un procedimiento exclusivo de hospitales que cuentan con especialistas altamente cualificados y experimentados. Pero ¿cómo funcionan los implantes cocleares?

De forma natural, la audición se produce porque las ondas sonoras viajan del oído externo hasta el tímpano, esta membrana vibra y activa el movimiento de unos pequeños huesos (martillo, yunque y estribo) que, a su vez, transfieren la energía producida a los fluidos del oído interno. Los fluidos en movimiento causan que las células ciliadas (caracol) transformen esas vibraciones en impulsos eléctricos que llegan al cerebro por las fibras nerviosas auditivas. En las sorderas causadas por la destrucción de las células ciliadas, el implante coclear sustituye a estas células y envía las señales al cerebro, transformándolas de acústicas a eléctricas y estimulando así el nervio auditivo.

Las señales eléctricas del sonido son procesadas por las diferentes piezas que conforman los implantes, tanto las externas (micrófono, procesador, transmisor), como el receptor-estimulador que se implanta en el hueso mastoides (detrás del pabellón auricular) y los electrodos que se introducen en la cóclea (oído interno). El Dr. Reyes Burneo, responsable del programa de implante coclear del hospital HLA Universitario Moncloa (Madrid), explica que ambos grupos de piezas se conectan externamente mediante un cable y un imán “sin que esto suponga para el paciente un cambio en sus hábitos de vida. De hecho, algunos modelos son resistentes al agua, y la única precaución debe tenerse con los deportes de impacto que puedan dañar el dispositivo”.

Cualquier paciente, desde un recién nacido con pérdida auditiva severa o severa profunda, puede ser candidato a un implante coclear, aunque existen muchos elementos que deben evaluarse, como el origen de la sordera, el tiempo de evolución de la patología, si es de nacimiento o adquirida por enfermedad o accidente (antes o después del conocimiento del lenguaje oral), y siempre después de haber probado sin éxito, durante al menos un año, otros métodos como audífonos o técnicas de rehabilitación.

En cuanto a su implantación, se trata de un acto quirúrgico seguro, de unas dos horas de duración y un ingreso de 24-48 horas. No suele causar dolor post operatorio en la zona intervenida, pero al realizarse bajo anestesia general es indispensable que el paciente no padezca otras dolencias que puedan interferir con ella. Otra contraindicación es el diagnóstico de algún tipo de demencia o alteraciones cognitivas, ya que podrían dificultar el periodo de rehabilitación. Tras la intervención, aún pasará un mes hasta la activación del sistema, a lo que se suma un periodo de adaptación y rehabilitación hasta que el paciente se adecúe a su nueva forma de oír.

Como señala el Dr. Reyes Burneo, “la otorrinolaringología es la única especialidad médica que ha logrado rehabilitar un órgano que se consideraba perdido”.



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