(AZprensa) Aunque sus orígenes se remontan a 1.957 en que
se realizó en Francia el primer implante coclear, no ha sido hasta la década de
los 90 cuando se ha producido una auténtica revolución en este campo haciendo
que este dispositivo tecnológico no haya parado de evolucionar para corregir la
deficiencia auditiva profunda neurosensorial. Sin embargo, dada su complejidad,
aún sigue siendo un procedimiento exclusivo de hospitales que cuentan con
especialistas altamente cualificados y experimentados. Pero ¿cómo funcionan los
implantes cocleares?
De forma natural, la audición se produce porque las ondas
sonoras viajan del oído externo hasta el tímpano, esta membrana vibra y activa
el movimiento de unos pequeños huesos (martillo, yunque y estribo) que, a su
vez, transfieren la energía producida a los fluidos del oído interno. Los
fluidos en movimiento causan que las células ciliadas (caracol) transformen
esas vibraciones en impulsos eléctricos que llegan al cerebro por las fibras
nerviosas auditivas. En las sorderas causadas por la destrucción de las células
ciliadas, el implante coclear sustituye a estas células y envía las señales al
cerebro, transformándolas de acústicas a eléctricas y estimulando así el nervio
auditivo.
Las señales eléctricas del sonido son procesadas por las
diferentes piezas que conforman los implantes, tanto las externas (micrófono,
procesador, transmisor), como el receptor-estimulador que se implanta en el
hueso mastoides (detrás del pabellón auricular) y los electrodos que se
introducen en la cóclea (oído interno). El Dr. Reyes Burneo, responsable del
programa de implante coclear del hospital HLA Universitario Moncloa (Madrid),
explica que ambos grupos de piezas se conectan externamente mediante un cable y
un imán “sin que esto suponga para el paciente un cambio en sus hábitos de
vida. De hecho, algunos modelos son resistentes al agua, y la única precaución
debe tenerse con los deportes de impacto que puedan dañar el dispositivo”.
Cualquier paciente, desde un recién nacido con pérdida
auditiva severa o severa profunda, puede ser candidato a un implante coclear,
aunque existen muchos elementos que deben evaluarse, como el origen de la
sordera, el tiempo de evolución de la patología, si es de nacimiento o
adquirida por enfermedad o accidente (antes o después del conocimiento del
lenguaje oral), y siempre después de haber probado sin éxito, durante al menos
un año, otros métodos como audífonos o técnicas de rehabilitación.
En cuanto a su implantación, se trata de un acto
quirúrgico seguro, de unas dos horas de duración y un ingreso de 24-48 horas.
No suele causar dolor post operatorio en la zona intervenida, pero al
realizarse bajo anestesia general es indispensable que el paciente no padezca
otras dolencias que puedan interferir con ella. Otra contraindicación es el
diagnóstico de algún tipo de demencia o alteraciones cognitivas, ya que podrían
dificultar el periodo de rehabilitación. Tras la intervención, aún pasará un
mes hasta la activación del sistema, a lo que se suma un periodo de adaptación
y rehabilitación hasta que el paciente se adecúe a su nueva forma de oír.
Como señala el Dr. Reyes Burneo, “la otorrinolaringología
es la única especialidad médica que ha logrado rehabilitar un órgano que se
consideraba perdido”.
“Lecturas diferentes”:
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