(AZprensa) No hace falta irse muy lejos para comprobar si
puede haber vida en otros planetas. Hasta ahora se ha comprobado que existe
vida en ambientes extremos y que existen microorganismos capaces de soportar
calor, radiación, presión o acidez desorbitados. Sin embargo nunca se había
explorado un ambiente “poliextremo” y eso es lo que está haciendo el denominado
proyecto Prometheus, un equipo de seis investigadores financiados por el
Consejo Europeo de Investigación (ERC).
Este equipo se ha desplazado al valle del Rift (Etiopía),
un lugar que se encuentra a ciento veinte metros bajo el nivel del mar en la depresión
de Danakil, una extensa planicie de sal producida por inundaciones y
evaporaciones sucesivas de agua del Mar Rojo, la última ocurrida hace unos
32.000 años. Se trata de una zona –Dallol- extremadamente activa geológicamente,
que alberga una cadena de volcanes y un sistema hidrotermal único en el mundo.
La interacción del magma subterráneo con la sal ha
generado en Dallol un sistema hidrotermal que combina temperaturas extremas
(108 grados), hipersalinidad e hiperacidez con altas concentraciones de hierro
y carencia de oxígeno. Igualmente, el sistema presenta una asombrosa variedad
de estructuras minerales complejas que visualmente se asemejan a un jardín
mineral.
Dallol constituye un sistema muy activo, en el que los
manantiales se secan o emergen en cuestión de días, y constituye un lugar
idóneo para estudiar los procesos geoquímicos en el pasado de la Tierra, como
los que tuvieron lugar durante la Gran Oxidación, el periodo en el que las
bacterias comenzaron a producir oxígeno en la fotosíntesis y que produjo un
cambio global.
En estudios previos en laboratorio, trabajando en
condiciones similares, han demostrado que la frontera entre lo mineral y lo
vivo es más difusa de lo que se pensaba, ya que pueden formarse estructuras
minerales autoorganizadas que adoptan las formas curvas de lo vivo y que,
además, pueden dar lugar a las moléculas necesarias para la aparición de la
vida. “Al desarrollar este tipo de estructuras en laboratorio demostramos que
la forma no puede ser un criterio inequívoco para diferenciar lo biológico de
lo mineral, lo que contrariaba la opinión generalizada que relaciona lo vivo
con la curva y lo mineral con lo geométrico y la línea recta”, ha señalado Juan
Manuel García Ruiz, descubridor de estas estructuras.
Hace unos años, en 2016, investigadores de la Universidad
de La Sapienza (Roma), partiendo de la formamida, una de las moléculas
orgánicas más simples, observaron que un tipo concreto de minerales
autoensamblados, unas membranas tubulares conocidas como jardines de sílice,
podían generar, en un mismo experimento, los ladrillos fundamentales para la
vida (aminoácidos y bases nitrogenadas). Y no sólo eso, sino que evidenciaron
cómo las condiciones para que se dieran procesos similares en la naturaleza ya
existían hace 4400 millones de años, mil millones de años antes de la formación
de los fósiles más antiguos confirmados.
Por lo tanto, si se encuentran microorganismos en Dallol se
ampliarían los límites reconocidos para la existencia de vida y –en consecuencia-
para la existencia de vida también en otros planetas.
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