(AZprensa) El Hávamál fue escrito
hace más de mil años y se ha ido transmitiendo de generación en generación para
que perdurasen en la población islandesa una serie de reglas necesarias para la
convivencia y la supervivencia. Escrito en una lengua que apenas ha cambiado
con el transcurso de los siglos (de hecho, cualquier islandés puede leer y
entender perfectamente escritos de aquella época), el Hávamál se escribió como
poemas impregnados de musicalidad, lo que sin duda permitió su aprendizaje y
transmisión oral a lo largo de los años. Pero además, la poesía es magia, la
inspiración es signo de cercanía con los dioses, y los poetas son los profetas
que nos han legado este compendio de sabiduría nórdica.
Diversos lingüistas han
hecho una traducción de esos versos y así lo han reflejado tanto en libros como
en Internet, en donde se puede tener fácil acceso a los mismos. Unas
traducciones están más acertadas que otras pero a todas ellas les falta esa
musicalidad que sólo puede encontrarse en el idioma original... y falta
igualmente algo tan sencillo como el hecho de haber transcurrido más de mil
años desde entonces, porque en todo este tiempo han cambiado muchas cosas.
Es cierto, han cambiado
muchas cosas, pero otras se han mantenido invariables a lo largo de los siglos,
tal como lo es la esencia humana.
Como ejemplo,
analizamos una de sus máximas: “Ser un gran anfitrión conlleva una gran
responsabilidad”… Cuando nosotros somos los anfitriones adquirimos desde ese
mismo momento una gran responsabilidad: somos los encargados de velar por el
bienestar de nuestros invitados. La hospitalidad no está concebida para
autoensalzarnos sino para compartir lo que somos y tenemos con los demás; no es
un acto de egoísmo y de soberbia, sino de humildad y servicio. Por esto, todo
nuestro empeño como anfitriones debe estar puesto en atender a los invitados,
preocuparnos por ellos, hacer que se sientan cómodos y contentos. Y en cuanto a
los invitados, estos deben ser agradecidos, no ir con exigencias ni
prepotencia, sino con humildad en espera de ser atendidos por el anfitrión en
cuanto este pueda.
Son estas unas reglas tan sencillas y sensatas que, aun habiendo transcurrido más de mil años desde que se dictaron, siguen manteniendo su plena vigencia; aunque también siguen manteniendo –por desgracia- la misma exigencia de ser recordadas puesto que con mucha frecuencia –tanto anfitriones como invitados- se olvidan de ellas.
Son estas unas reglas tan sencillas y sensatas que, aun habiendo transcurrido más de mil años desde que se dictaron, siguen manteniendo su plena vigencia; aunque también siguen manteniendo –por desgracia- la misma exigencia de ser recordadas puesto que con mucha frecuencia –tanto anfitriones como invitados- se olvidan de ellas.
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