(AZprensa) Sabemos que existen planetas que orbitan en
torno a dos soles, aunque ese no es nuestro caso ya que en la Tierra y en todos
los planetas que nos acompañan en nuestro sistema solar recibimos la luz y la
vida de una única estrella a la que llamamos “Sol”. Pero, como en todo, también
hay excepciones, y en la Tierra hay un pequeño pueblo que tiene dos soles y
gracias a ello se ha convertido en un interesante punto de atracción turística.
Nos referimos al pueblo de Rjukan, situado en la
provincia de Telemark (Noruega), con una población de 3.247 habitantes y dos
soles, uno de ellos es el que todos conocemos y vemos casi a diario y el otro…
un sol artificial al que han bautizado como “Solspeilet” o espejo solar. Y es
que es eso, exactamente: tres espejos gigantes (con una superficie de 163 metros
cuadrados) situados en lo alto de las montañas que rodean el pueblo y que, guiados
por ordenador, siguen el curso del sol y dirigen sus rayos hacia la plaza del
pueblo haciendo que los habitantes de la localidad puedan recibir la luz solar durante
los seis meses al año en que el sol natural es incapaz de iluminar este pueblo
situado en un profundo valle.
Instalados en el año 2013, los espejos situados en esas
cumbres, 500 metros por encima del pueblo, se mueven cada 10 segundos para
ajustarse al movimiento del sol sobre el horizonte, manteniendo así la zona
central del pueblo (una superficie de unos 650 metros) iluminada con luz solar.
¿Te imaginas lo que es vivir seis meses al año sin
recibir la luz del sol aunque el cielo esté despejado? Pues eso es lo que les
sucedía a los habitantes de Rjukan hasta que un buen día, un artista que se había
trasladado a vivir allí, Martin Andersen, tuvo la feliz idea de utilizar
espejos gigantes para iluminar el pueblo durante esos seis interminables meses.
No es ninguna tontería. La luz del sol es necesaria para recibir vitamina D,
regular los ciclos de sueño, combatir la depresión… Por eso, el coste de este
proyecto, que no llegó a los 700.000 euros, fue un dinero bien invertido que ha
traído la salud y la felicidad a sus vecinos y por añadidura ha supuesto un
impulso a la economía al incentivar el turismo.
La imaginación y la tecnología son capaces de encontrar
soluciones a los problemas más difíciles, y en el caso concreto de este pueblo,
cabe recordar que hace más de un siglo ya aportaron otra solución para que los
habitantes de este pueblo pudieran tomar la luz del sol. El ingeniero Sam Eyde,
también residente en Rjukan, ideó la construcción de un teleférico hacia las
cumbres que rodeaban el pueblo, de tal forma que en los días soleados la gente
podía subir fácilmente hasta la cumbre y allí ver y disfrutar de la luz del
sol.
A todos los que vivimos en países donde el sol nos
acompaña y calienta durante casi todo el año nos viene muy bien conocer estos
hechos para que aprendamos a valorar el preciado don de la luz solar que
recibimos y de la que incluso nos quejamos cuando el calor aprieta.
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