domingo, 25 de junio de 2023

Adiós a la pandemia; bienvenida la nueva pandemia

     
(AZprensa) ¿Dónde están los coronavirus? Ya han desaparecido. La apocalíptica pandemia que nos vendieron, y con la que arruinaron a la mayor parte de la población para enriquecerse sólo unos pocos, ya es historia, su último vestigio (las mascarillas en centros sanitarios) deja de ser obligatoria.
 
Y sin embargo, todavía mucha gente cree, y seguirá creyendo, que una apocalíptica pandemia arrasó la población mundial, cuando la realidad es que su mortalidad (y eso que cualquier muerte se achacaba a ese virus incluso sin necesidad de hacer autopsia porque la propia OMS recomendaba no hacer autopsias no fuera a ser que se descubriese que habían muerto por otras causas) fue inferior a la causada por alguna oleada de gripe en el pasado.
 
Quizás la única diferencia es que en este caso hubo una concentración de casos muy grande en un periodo muy corto de tiempo, lo cual saturó unos servicios sanitarios público deficitarios de personal. Pero que nadie olvide –porque lo han reconocido algunos directivos de la Sanidad pública- que cualquier muerte sospechosa se achacaba al COVID-19, y que tan pronto vieron que la mortalidad descendía pasaron de contar los fallecimiento a contar los contagios. Esto último resultaba mucho más provechoso para sus intereses, porque cuantos más test se hiciesen, mayor sería el número de contagiados, y así podían mantener asustada a la población, aunque la inmensa mayoría de esos contagiados sólo tuviesen un ligero catarro y otros ni eso.
 
Por fin vamos a decir adiós a las mascarillas, unos artilugios que perjudican seriamente la salud ya que obligan a respirar un aire viciado, el CO2 que expulsamos más todas las bacterias que van quedando pegadas en su interior y volvemos a respirar. Tener la mascarilla puesta todo el día era igual que estar respirando tus propios vómitos todo el día.
 
El experimento sociológico de la pandemia parece que llega a su fin, pero muchos de sus objetivos han sido logrados:
-          Arruinar a la población (esto no merece más explicaciones porque es evidente)
-          Enriquecerse unos pocos (se ha impulsado la desaparición de autónomos que han tenido que vender sus negocios y/o clientes a los millonarios que los han incorporado a sus cadenas de negocio).
-          Comprobar cómo se puede manipular a la población cuando se tiene el control de los medios de comunicación, lo cual les vendrá muy bien para futuros planes.
-          Desintegrar las estructuras básicas familiares a través del confinamiento y el miedo a que se relacionasen físicamente unos con otros.
-          Conseguir que a falta de influencia familiar, la única familia que les queda a los ciudadanos es Papá Estado, el cual les dice lo que tienen que hacer, cómo deben actuar, e incluso cómo tienen que pensar.
-          Dejar establecidas las bases para que jóvenes y mayores estén esclavizados voluntariamente por las redes sociales, las cuales están bajo el control y censura de los poderosos y sus sistemas de Inteligencia Artificial que fiscaliza lo que hacemos y pensamos y nos hace llegar la información que a ellos les interesa haciendo que parezca que es algo aleatorio o casual.
  
Ha terminado la pandemia, pero ya está todo preparado para la próxima que quizás no sea de ningún virus sino de algo que tenemos las 24 horas del día en nuestra mano y ante nuestros ojos: la “información” que nos llega a través del móvil, mediante la cual vemos sólo lo que a Papá Estado le interesa. Sí, porque la nueva pandemia que ya ha llegado es la de nuestra esclavitud voluntaria a las redes sociales y el abrazo permanente al móvil en vez del contacto personal con los familiares, amigos y demás ciudadanos de nuestro entorno.
 

Así implantaron la “Agenda 2030” y la “Agenda 2050” para establecer su nuevo orden mundial…
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