(AZprensa)
¿Dónde están los coronavirus? Ya han desaparecido. La apocalíptica pandemia que
nos vendieron, y con la que arruinaron a la mayor parte de la población para
enriquecerse sólo unos pocos, ya es historia, su último vestigio (las
mascarillas en centros sanitarios) deja de ser obligatoria.
Y
sin embargo, todavía mucha gente cree, y seguirá creyendo, que una apocalíptica
pandemia arrasó la población mundial, cuando la realidad es que su mortalidad
(y eso que cualquier muerte se achacaba a ese virus incluso sin necesidad de
hacer autopsia porque la propia OMS recomendaba no hacer autopsias no fuera a
ser que se descubriese que habían muerto por otras causas) fue inferior a la
causada por alguna oleada de gripe en el pasado.
Quizás
la única diferencia es que en este caso hubo una concentración de casos muy
grande en un periodo muy corto de tiempo, lo cual saturó unos servicios
sanitarios público deficitarios de personal. Pero que nadie olvide –porque lo
han reconocido algunos directivos de la Sanidad pública- que cualquier muerte sospechosa
se achacaba al COVID-19, y que tan pronto vieron que la mortalidad descendía
pasaron de contar los fallecimiento a contar los contagios. Esto último
resultaba mucho más provechoso para sus intereses, porque cuantos más test se
hiciesen, mayor sería el número de contagiados, y así podían mantener asustada
a la población, aunque la inmensa mayoría de esos contagiados sólo tuviesen un
ligero catarro y otros ni eso.
Por
fin vamos a decir adiós a las mascarillas, unos artilugios que perjudican
seriamente la salud ya que obligan a respirar un aire viciado, el CO2 que
expulsamos más todas las bacterias que van quedando pegadas en su interior y
volvemos a respirar. Tener la mascarilla puesta todo el día era igual que estar
respirando tus propios vómitos todo el día.
El
experimento sociológico de la pandemia parece que llega a su fin, pero muchos
de sus objetivos han sido logrados:
- Arruinar a la población (esto no merece más explicaciones porque es evidente)
-
Enriquecerse
unos pocos (se ha impulsado la desaparición de autónomos que han tenido que
vender sus negocios y/o clientes a los millonarios que los han incorporado a
sus cadenas de negocio).
-
Comprobar
cómo se puede manipular a la población cuando se tiene el control de los medios
de comunicación, lo cual les vendrá muy bien para futuros planes.
-
Desintegrar
las estructuras básicas familiares a través del confinamiento y el miedo a que
se relacionasen físicamente unos con otros.
-
Conseguir
que a falta de influencia familiar, la única familia que les queda a los
ciudadanos es Papá Estado, el cual les dice lo que tienen que hacer, cómo deben
actuar, e incluso cómo tienen que pensar.
-
Dejar
establecidas las bases para que jóvenes y mayores estén esclavizados
voluntariamente por las redes sociales, las cuales están bajo el control y
censura de los poderosos y sus sistemas de Inteligencia Artificial que
fiscaliza lo que hacemos y pensamos y nos hace llegar la información que a
ellos les interesa haciendo que parezca que es algo aleatorio o casual.
Ha terminado la pandemia, pero ya está todo
preparado para la próxima que quizás no sea de ningún virus sino de algo que tenemos
las 24 horas del día en nuestra mano y ante nuestros ojos: la “información” que
nos llega a través del móvil, mediante la cual vemos sólo lo que a Papá Estado
le interesa. Sí, porque la nueva pandemia que ya ha llegado es la de nuestra
esclavitud voluntaria a las redes sociales y el abrazo permanente al móvil en
vez del contacto personal con los familiares, amigos y demás ciudadanos de
nuestro entorno.
Así implantaron la “Agenda 2030” y la “Agenda 2050” para establecer su nuevo orden mundial…
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- Arruinar a la población (esto no merece más explicaciones porque es evidente)
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