(AZprensa)
Pero ¿hasta qué extremos estamos llegando? El sobreproteccionismo de los
ciudadanos promovido por el Estado está creando un mundo de gilipollas (según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, esta palabra
significa “necio o estúpido”). Los ciudadanos se están acostumbrando a que el
Estado les diga lo que tienen que comer; cómo deben protegerse del calor; cómo
deben ahorrar en esa energía (gas o eléctrica) que es el propio Estado el que
cada día la pone más cara; qué palabras no se pueden decir (por ejemplo:
“negro”); qué es lo que socialmente está bien o mal, independientemente de que
hace unos años fuese de otra manera; y en definitiva hasta nos dicen lo que
tenemos que pensar.
Y
este es un punto peculiar de reflexión. A ti pueden obligarte a comportarte de
una cierta manera porque si no te caerá una multa, pero es imposible que puedan
obligarte a pensar de una determinada manera… salvo que te laven el cerebro. Y
esto último es precisamente lo que vienen haciendo desde hace unos años las
élites que gobiernan el mundo a través de sus lameculos medios de comunicación,
en donde los periodistas (que antes eran “notarios de la actualidad”) se han
convertido es lacayos del poder y no hacen sino propagar las ideas que les
ordenan sus superiores.
A
todos los que razonan por su cuenta y ese razonamiento les lleva a poner en
entredicho la “verdad oficial” se les tacha de negacionistas, revolucionarios, indocumentados
(aunque aporten mucha más documentación que la poca o nula que aportan los
poderes públicos para justificar sus decisiones)… A la mayoría se les ridiculiza,
a otros se les silencia a través de la más brutal censura jamás vista en las
últimas décadas (hasta las redes sociales utilizan esa censura al servicio del
poder), y a algunos hasta se les persigue… Sí, eso que acabas de leer: Se les
persigue por sus ideas. ¿No es esto el más claro ejemplo de la más brutal
dictadura que jamás hayamos padecido?
El
resultado es que la población (la mayoría de las personas) se han vuelto
gilipollas, y ven normal las estupideces que hacen, dicen y obligan, los
poderes públicos. Y hoy voy a poner un ejemplo real. Estos son los hechos…
Parque
público Don Quijote, en el distrito 2040 de Madrid. Paseo por allí y veo un
área de juegos infantiles, con su clásica vallita de colores alrededor y dentro
los habituales columpios, toboganes, etc. Pero me llama la atención que la
entrada a ese recinto está precintada. Me acerco para ver cuál es el motivo.
“Lo estarán arreglando”, me digo. “Irán a cambiar algunas instalaciones”, me
vuelvo a decir. “Quizás van a pintar las vallas o a arreglar algún elemento
defectuoso”, me vuelvo a decir… y ya no me digo más cosas porque he llegado
hasta la altura de ese precinto y leo lo que pone en el cartel de “AVISO”
situado en el mismo: “Cerrado. (Señal de peligro). Avispas”.
Inmediatamente
miro alrededor y no veo ninguna avispa. Me fijo bien en todas las instalaciones
y no veo ninguna avispa ni ningún nido de avispas. “¿Dónde está el peligro?”,
me pregunto. Pero, como yo no soy gilipollas y todavía tengo la capacidad de
razonar, me pregunto: “¿A cuento de qué viene precintar este parque? ¿Es que
las avispas –de haberlas- sólo están dentro de este recinto y no atacan a nadie
fuera de este recinto? Vamos, que si estás a un lado de la vallita, te pican,
pero si estás al otro lado de la vallita, pues no te pican.
Pero
no acaba aquí la cosa, no… Porque resulta que este letrero lo vi hace más de
una semana. He vuelto a pasar varias veces por ahí y sigue tal cual, y veo a
muchos niños jugando en el parque pero todos fuera de la valla… en realidad
sólo he visto en una ocasión a una madre con su hijo pequeño que estaba dentro
porque sin duda utilizó su cerebro y su capacidad de razonar. Pero, por
desgracia, todos los demás estaban al otro lado de la vallita, así que son
muchos los gilipollas que hay en este país.
La
única explicación posible que se me ocurre para esta sinrazón, es que un día
pasó por allí una avispa despistada y picó a un niño. La madre alarmada,
posiblemente llamó al Ayuntamiento para decirle a gritos que a su hijo le había
picado una avispa. Y los del Ayuntamiento acudieron raudos y veloces a
precintar ese pequeño recinto, privando a sí a todos los niños de disfrutar de
sus instalaciones.
Pero,
vamos a ver. ¿Es que las avispas saben leer y les han ordenado que sólo pueden
picar a los niños que estén dentro de ese pequeño recinto y que tienen
prohibido picar a los que estén al otro lado de la vallita? ¿Es que las avispas
van a obedecer esas órdenes?
Como
la burocracia es tan lenta y la sobreprotección está alcanzando límites exagerados,
el citado precinto ha permanecido ahí durante dos semanas. En todo este tiempo
hemos podido ver muchos niños jugando al otro lado de la vallita. Y, desde
luego, no hemos visto ninguna avispa. Aunque a decir verdad, casi las echo de
menos porque si hubiese muchas y picasen a los ciudadanos, tal vez despertasen
de su adormecimiento mental y se volviesen más avispados.
Así empezó la implantación de eso que ellos mismos han llamado “el nuevo orden mundial” que se resume en: “No tendrás nada y serás feliz” (porque todo lo tendrán ellos)…
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