(AZprensa)
Lo que voy a contar parece ficción, pero es totalmente cierto, y quienes hayan
ido al fútbol en los años 60 lo habrán vivido igual que yo y darán fe de ello.
Ahora, sin embargo, la sociedad ha cambiado tanto que os parecerá increíble.
Empecemos:
Allá
por los años 60 gobernaba en España un dictador que –según dicen- tenía
oprimida a la población, Pues bien, esa población iba todos los domingos a los
campos de fútbol.
ACCESO.-
Apenas un par de policías podían vigilar los accesos. La gente se apretujaba
para entrar y no había cacheos, ni tornos, ni guardias de seguridad.
YA
DENTRO.- Salvo las gradas de preferencia, casi todas las localidades eran de
pie y sin numerar, con lo cual –si el partido era de interés- entraba más gente
de la que correspondería a ese espacio. No importaba, todos apretujados y tan
contentos.
BAR.-
Aparte de los chicos que vendían bebidas paseándose por las gradas, y de algún
pequeño quiosco en los pasillos, la gente se llevaba comida y bebida de casa,
incluidas bebidas alcohólicas. Es más, era frecuente ver cómo unos a otros se
iban pasando la bota de vino. Por cierto, en los bares de los estadios te daban
los refrescos y cervezas con alcohol (las “sin” todavía no se habían inventado)
con su botella de cristal, que luego la gente dejaba tirada por el suelo, así
que cuando salías debías tener cuidado de no tropezar con alguna de esas
botellas de cristal que –por supuesto- nadie tiraba ni rompía.
ANIMACIÓN.-
Salía el equipo contrario y se escuchaba una enorme pitada. Salía el equipo de
casa y se escuchaban cánticos y aplausos. Cuando el contrario cometía una falta
la gente lo insultaba y le decía de todo (daba igual el color de la piel del
jugador). Si el árbitro no pitaba esa falta, entonces todos los insultos iban
contra él. Por cierto, podías llevar todo tipo de objetos que ahora están
prohibidos: termos de café, prismáticos grandes, botellitas de licor o coñac,
banderas con su buen mástil de madera o hierro para ondearlas, etc.
DESPEDIDA.-
Si el partido había acabado con polémica, solía haber lluvia de almohadillas
sobre el árbitro y si no, pues nada, aplausos y para casa.
ESTADIO.-
Las gradas estaban pegadas al terreno de juego (no había pista de atletismo ni
nada de separación) y no había ni rejas ni foso (que estas dos cosas llegaron
con la democracia), ni tampoco había decenas de policías y vigilantes de seguridad
pendientes de los espectadores. Y, por supuesto, tampoco había cámaras de video
enfocando y grabando a los espectadores.
JUGADORES.-
Ningún jugador se ofendía porque lo insultasen durante el partido, porque eso
era parte del espectáculo y, acabado este, todos ellos eran respetados y
admirados por todo el mundo, incluidos los aficionados de los equipos rivales.
CONCLUSIÓN.-
En los partidos de fútbol se gritaba, se insultaba, se proferían todo tipo de improperios
contra los jugadores contrarios y contra el árbitro… y no pasaba nada. No había
peleas, e incluso la mayoría de los seguidores del equipo rival presenciaban los
partidos mezclados con los del equipo local, y no en un guetto aparte como
ahora. Nadie tiraba nada al terreno de juego (salvo las citadas almohadillas en
alguna ocasión) y eso que tenían a mano palos, botellas de cristal, objetos
metálicos, etc.
Así
era el fútbol entonces. Cada uno se expresaba como quería, con entera libertad.
Nadie se sentía ofendido y, por supuesto, nadie agredía a nadie. Eran los
tiempos de un dictador, pero la gente iba y disfrutaba del fútbol en libertad.
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