jueves, 1 de junio de 2023

Fútbol, insultos y libertad

(AZprensa) Lo que voy a contar parece ficción, pero es totalmente cierto, y quienes hayan ido al fútbol en los años 60 lo habrán vivido igual que yo y darán fe de ello. Ahora, sin embargo, la sociedad ha cambiado tanto que os parecerá increíble.
 
Empecemos:
 
Allá por los años 60 gobernaba en España un dictador que –según dicen- tenía oprimida a la población, Pues bien, esa población iba todos los domingos a los campos de fútbol.
 
ACCESO.- Apenas un par de policías podían vigilar los accesos. La gente se apretujaba para entrar y no había cacheos, ni tornos, ni guardias de seguridad.
 
YA DENTRO.- Salvo las gradas de preferencia, casi todas las localidades eran de pie y sin numerar, con lo cual –si el partido era de interés- entraba más gente de la que correspondería a ese espacio. No importaba, todos apretujados y tan contentos.
 
BAR.- Aparte de los chicos que vendían bebidas paseándose por las gradas, y de algún pequeño quiosco en los pasillos, la gente se llevaba comida y bebida de casa, incluidas bebidas alcohólicas. Es más, era frecuente ver cómo unos a otros se iban pasando la bota de vino. Por cierto, en los bares de los estadios te daban los refrescos y cervezas con alcohol (las “sin” todavía no se habían inventado) con su botella de cristal, que luego la gente dejaba tirada por el suelo, así que cuando salías debías tener cuidado de no tropezar con alguna de esas botellas de cristal que –por supuesto- nadie tiraba ni rompía.
 
ANIMACIÓN.- Salía el equipo contrario y se escuchaba una enorme pitada. Salía el equipo de casa y se escuchaban cánticos y aplausos. Cuando el contrario cometía una falta la gente lo insultaba y le decía de todo (daba igual el color de la piel del jugador). Si el árbitro no pitaba esa falta, entonces todos los insultos iban contra él. Por cierto, podías llevar todo tipo de objetos que ahora están prohibidos: termos de café, prismáticos grandes, botellitas de licor o coñac, banderas con su buen mástil de madera o hierro para ondearlas, etc.
 
DESPEDIDA.- Si el partido había acabado con polémica, solía haber lluvia de almohadillas sobre el árbitro y si no, pues nada, aplausos y para casa.
 
ESTADIO.- Las gradas estaban pegadas al terreno de juego (no había pista de atletismo ni nada de separación) y no había ni rejas ni foso (que estas dos cosas llegaron con la democracia), ni tampoco había decenas de policías y vigilantes de seguridad pendientes de los espectadores. Y, por supuesto, tampoco había cámaras de video enfocando y grabando a los espectadores.
 
JUGADORES.- Ningún jugador se ofendía porque lo insultasen durante el partido, porque eso era parte del espectáculo y, acabado este, todos ellos eran respetados y admirados por todo el mundo, incluidos los aficionados de los equipos rivales.
 
CONCLUSIÓN.- En los partidos de fútbol se gritaba, se insultaba, se proferían todo tipo de improperios contra los jugadores contrarios y contra el árbitro… y no pasaba nada. No había peleas, e incluso la mayoría de los seguidores del equipo rival presenciaban los partidos mezclados con los del equipo local, y no en un guetto aparte como ahora. Nadie tiraba nada al terreno de juego (salvo las citadas almohadillas en alguna ocasión) y eso que tenían a mano palos, botellas de cristal, objetos metálicos, etc.
 
Así era el fútbol entonces. Cada uno se expresaba como quería, con entera libertad. Nadie se sentía ofendido y, por supuesto, nadie agredía a nadie. Eran los tiempos de un dictador, pero la gente iba y disfrutaba del fútbol en libertad.
 

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