Recuerdo que en un Congreso de Periodismo Sanitario
celebrado hace unos años en Zaragoza, una periodista manifestó sus recelos
sobre cualquier información proveniente de los laboratorios farmacéuticos; eso
sí, se creía firmemente cualquier información proveniente de un político, de un
centro sanitario o de cualquier otra institución pública o privada. Se le
respondió que no había por qué recelar más de unos que de otros, que las
informaciones pueden ser igualmente válidas provengan de unos o de otros y no
hay por qué estigmatizar a los laboratorios, y que es labor del periodista
determinar la credibilidad de las mismas. También hubo quien manifestó su
sorpresa y decepción por el hecho de que un comentario de ese tipo proviniese,
precisamente, de periodistas que se supone conocen el sector salud.
Por mi parte, creo que dicho comentario
fue muy acertado y reflejaba una realidad. La mayor parte de los allí
asistentes (periodistas sanitarios) no compartíamos su punto de vista, pero
estoy seguro que fuera de aquellas cuatro paredes, la mayor parte de la
población piensa así. Y, desde luego, así seguirá siendo mientras los
periodistas (especializados o no) sigan omitiendo en sus informaciones el
nombre de los laboratorios cuando dan noticias positivas y destacándolo cuando
dichas noticias son negativas. Así seguirá siendo, mientras los departamentos
de marketing impongan sus directrices a los responsables de la comunicación de
los laboratorios. Y así seguirá siendo mientras los directivos de los
laboratorios rehúsen las comparencias ante los periodistas y el flujo ágil de
información con los mismos.
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