La producción de somnolencia inducida por muchos
antialérgicos es uno de los efectos secundarios más conocidos y frecuentes, y
uno de los que más interfiere con la normal actividad diaria de los pacientes.
Esa producción de somnolencia no solo dificulta la concentración para los
trabajos manuales de precisión o los trabajos intelectuales, sino que también
retarda el tiempo de reacción ante determinados estímulos, algo fundamental en
aquellas personas que deben conducir un vehículo, manejar cierto tipo de
maquinaria, practicar deporte, etc.
Para medir en qué grado retarda esos tiempos de reacción la
administración de un antialérgico, se realiza –entre otros muchos- el
comúnmente conocido como “Test de tiempos de reacción”. Mediante esta prueba,
se administra a un grupo de voluntarios un comprimido del antialérgico a
estudiar y otro comprimido idéntico en apariencia pero sin ningún efecto. Una
vez se ha esperado el tiempo suficiente para que el antialérgico haya hecho su
efecto en aquellos voluntarios a quienes se administró, se les pide que opriman
un botón cada vez que vean encenderse una luz. Se repite este ejercicio muchas
veces con cada voluntario y al final se obtiene la media de respuesta, medida
en centésimas de segundo, y se compara entre todos los participantes, momento
en el cual se descubre quienes habían recibido un tipo de comprimido y quienes
habían recibido el otro.
Esta prueba se utilizó para comprobar si el antialérgico
Mircol (mequitazina) enlentecía la capacidad de reacción ante estímulos
externos, algo que de producir somnolencia –como es habitual en muchos
antihistamínicos- quedaría en evidencia. Pues bien, este test, como muchos
otros que se realizaron, demostró que no había diferencias significativas entre
aquellos voluntarios que habían recibido el comprimido del antialérgico y
aquellos otros que recibieron un placebo, constatándose una vez más la total
ausencia de somnolencia de este antihistamínico...
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