Un estudio del Prof.Schwartz (Instituto Nacional de la Salud
y de la Investigación Médica, INSERM) permitió valorar hace tres décadas el
efecto sedante de diferentes antihistamínicos, administrando estos a las dosis
habituales recomendadas para los mismos en terapéutica. Para ello procedió a la
medición del porcentaje de H3-Mepyramina fijada en los receptores H1 cerebrales, unas mediciones que se llevaron
a cabo en diversas regiones del cerebro: tronco cerebral, hipotálamo,
hipocampo, cuerpo estriado, cortex, cerebelo y resto.
Mientras que con el antihistamínico Mircol (mequitazina)
sólo se ocupaba entre el cero y el 7% de estos receptores, lo que garantizaba
una ausencia total de somnolencia tras la administración del fármaco a dosis
terapéuticas, con la dexclorfeniramina se llegó al 69%, con la tripolidina al
70%, con la difenhidramina al 60%, con la cinnarizina al 60% y con la
prometazina al 70%. Quedaba en evidencia que con los antihistamínicos clásicos
se ocupaba más del 50% de los receptores H1 cerebrales a diferencia de Mircol,
de ahí que en la literatura médica para la presentación del mismo a los médicos
se pudiese afirmar de manera categórica que este antialérgico no produce
somnolencia y por consiguiente no interrumpe la actividad diaria normal y puede
recetarse a todo tipo de pacientes, cualquiera que sea su trabajo o actividad...
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