martes, 9 de noviembre de 2021

El legado de Zapatero, “el sembrador de odio”

(AZprensa) La España que estamos padeciendo comenzó con el ex presidente Zapatero y la implantación de su política del “buenismo”, también llamada “rendición preventiva”, mediante la cual se protege a los inmigrantes ilegales, a los okupas, a los delincuentes reincidentes, a los independentistas, a los fanáticos de izquierdas, etc. Pero ¿quién era ese presidente?
 
Era listo, pero no inteligente. Era capaz de defender una cosa y su contraria al mismo tiempo y siempre lucía en el debate. Conocía el atractivo de su voz y de su labia que le permitía camelar a las masas sin esfuerzo. Así fue subiendo escalones rápidamente en su partido hasta llegar a ser candidato en unas elecciones generales. El hábil manejo de un ataque terrorista le dio unos frutos que ni por asomo esperaba: ganó las elecciones. Aupado a lo más alto y consciente de sus limitaciones (no tenía ni capacidad ni proyecto) supo rodearse de mediocres para que ninguno brillase a más altura que él. Era hora de poner en marcha la maquinaria para mantenerse en el poder. A falta de contenido (ni político, ni ideológico, ni económico) se marcó un objetivo claro: puesto que no se veía capaz de ganarse los votos por sus acciones habría que ganárselos por la vía del mal menor; esto es, sembrar el odio al adversario político para que a pesar de que los tuyos no les gustase, aun así le votasen con tal de que no ganase el partido contrario.
 
Vestido con piel de cordero y sonrisa amable, comenzó a destruir los años de concordia y reconciliación que los anteriores partidos (incluido el suyo, el PSOE de Felipe González) habían forjado en los últimos años; sacó del cajón del olvido aquello de las “dos Españas”, el odio a la derecha, el rencor permanente… Y para tapar sus incapacidades, y valiéndose de sus avispados y mediocres colaboradores, siempre tenía preparada alguna cortina de humo, una nueva ley que avivara la polémica e hiciese olvidar los problemas reales del país, cualquier acción que enfrentase más aún a los partidarios de su partido y de la oposición.
 
Mientras tanto, España se iba a la mierda, el paro crecía y los poderes ocultos vieron llegado el momento de manejar a su títere para lograr sus objetivos. Poco importaba lo que hubiese predicado, ahora era el momento de hacer justo lo contrario: abaratar el despido, dar más dinero a los bancos, entrar en nuevas guerras –Afganistán y Libia- y no en misión humanitaria sino de combate, mientras los sindicatos apenas si se movían al tener sus cuentas corrientes desbordadas por tan generosas subvenciones y sus fieles trataban de engañarse a sí mismos diciendo que no había más remedio y todo era culpa de la herencia de la derecha (una herencia, por cierto, que se caracterizó por un 8% de paro frente al 20% al que lo llevó él), por un prestigio internacional frente al hazmerreír al que lo elevó, por una bonanza económica traducida en poco tiempo en quiebra.
 
Grandes políticos y excelentes personas de su partido no soportaban esta situación pero tampoco se atrevían a un enfrentamiento porque –conocedores de los hilos que manejaba el poder- eso los descartaría para el futuro. Por eso callaban al principio y fueron levantando poco a poco la voz cuando la situación se fue haciendo más insostenible. Finalmente, consiguieron hacerle ver que la debacle electoral sería de campeonato y que era necesario dejar camino libre a otro candidato que inspirase confianza a su fiel electorado porque de presentarse él mismo a otras elecciones muchos de los suyos no le votarían y aunque no votasen al contrario sí que se abstendrían y esa abstención sería de millones de votos, algo que no se podían permitir. Así que por fin anunció que no se presentaría a unas nuevas elecciones, pero se aferraría al cargo hasta el último momento para terminar de satisfacer con nuevas dádivas a los poderes en la sombra y de paso dar tiempo a su sucesor para que se consolidase como una nueva alternativa que ilusionase a sus millones de decepcionados seguidores.
 
Esas elecciones se las llevó la oposición, el PP de Rajoy que no consiguió levantar el país y se caracterizó por los recortes y la corrupción de su propio partido… hasta que un nuevo “encantador de audiencias”, Pedro Sánchez, se aferró al poder (ese era su objetivo) pactando con quien fuese necesario para seguir en la senda de “sembrador de odio” y “buenismo” que su antecesor dejó inaugurada.
 
Todo el trabajo de reconciliación que UCD, CDS, PSOE, PSP, PC, IU, AP, PP y tantos otros partidos nacionales habían logrado, ha sucumbido a las cenizas de odio vertidas en estos últimos años por estos sembradores de cizaña. Hoy tenemos dos bandos y cada uno de ellos prefiere que gane su partido aunque no les guste ni una pizca ni su líder ni la forma de actuar de su partido, pero prefieren eso antes que ver en el sillón presidencial al partido contrario.
 

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