(AZprensa)
Diez años y mil millones de euros. Este es el tiempo y el coste medio para que
un medicamento complete el proceso que va desde su descubrimiento inicial hasta
estar a la venta en una farmacia. Teniendo en cuenta estos datos, no es difícil
imaginar la fabricación de un fármaco como una carrera de obstáculos en la que
solo unas pocas moléculas llegan a la meta.
Las
investigadoras del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC María del
Carmen Fernández y Nuria E. Campillo narran en su libro “Cómo se fabrica un
medicamento. Del laboratorio a la farmacia” (Editorial CSIC- Los Libros de la
Catarata) este largo y costoso proceso. Su intención es “acercar al público un
mundo en general desconocido, pero que tiene un gran impacto en su calidad de
vida, ya que las enfermedades conviven con nosotros, y es importante ser
conscientes del trabajo, limitaciones y retos que hay detrás de la búsqueda de
nuevas sustancias para su tratamiento”, afirman las autoras.
El
texto estructura su contenido a partir de las fases de desarrollo de un
fármaco: en primer lugar, la identificación y validación de las moléculas
involucradas en una enfermedad (las llamadas dianas terapéuticas), seguida del
desarrollo de potenciales compuestos activos. Una vez superadas estas dos fases,
se inician estudios de seguridad a través de ensayos en células o tejidos y en
organismos vivos (la fase preclínica), y, por último, se realiza el desarrollo
clínico para evaluar en seres humanos el efecto y seguridad del producto.
En
esta última fase de desarrollo clínico se afronta el reto de pasar de la
investigación básica a un producto que pueda estar en el mercado. Es la más
larga y compleja -no en vano las autoras le han dedicado el capítulo más
extenso del libro- y funciona a modo de embudo. “Durante varios años se
caracterizan entre 5.000 y 10.000 moléculas prometedoras; este número se reduce
a 250 en la fase preclínica, que dura como un año. Las fases clínicas en
humanos (desarrolladas durante 6-7 años) irán reduciendo las moléculas candidatas
a 10. La aprobación final nos dejará, con suerte, un compuesto que pueda
denominarse medicamento y comercializarse”, explican las investigadoras. Si
echamos mano de la estadística, veremos que la probabilidad de que un fármaco
pase con éxito todos los ensayos es inferior a un 12%.
A
pesar de los plazos tan dilatados para adquirir unas nuevas pastillas que curen
o mejoren una patología, los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas
han conseguido acortar este proceso. Según las autoras, “la capacidad de
computación permite, entre otros aspectos, diseñar de manera racional en un
ordenador compuestos prometedores que puedan tomarse como punto de partida en
esta carrera de obstáculos de la que estamos hablando, reduciendo así costes
tanto de tiempo de trabajo en el laboratorio como de materiales”.
El
texto también se detiene en los problemas a los que se enfrenta la comunidad
científica, como puede ser la búsqueda de modelos animales que reproduzcan las
causas de enfermedades como el Parkinson para poder estudiar y tratar los
síntomas de la patología.
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