(AZprensa)
Creamos o no en fantasmas, a todos nos resulta muy familiar esa imagen de un
ser espectral que arrastra cadenas y nos da un susto por la noche, pero ¿de
dónde viene esa imagen? ¿Se trata de algo real o inventado? ¿Por qué se ha
venido transmitiendo así de generación en generación a lo largo de los tiempos?
Pues
para conocer sus orígenes hay que remontarse algo más de 2.000 años ya que fue
en esa época cuando se transmitió y así quedo documentada en los escritos la
primera aparición de un fantasma. El testigo no fue uno cualquiera, no fue
ninguna persona inculta y fácil de engañar o de sugestionarse, sino una de las
mentes más lúcidas de la época, el filósofo Atenodoro de Tarso (74 a.C – 7 d.C)
nacido en la ciudad de Tarso, en lo que hoy es la moderna Turquía.
Atenodoro
se desplazó a Atenas para pasar allí una temporada y a tal fin buscó una casa de
alquiler para alojarse mientras permaneciera en dicha ciudad. De entre las
distintas ofertas le sorprendió una de magnífico aspecto y cuyo precio era sin
embargo muy bajo. Indagando por la razón de tan bajo precio, oyó decir que en
aquella casa pasaban cosas raras: ruidos extraños, apariciones, etc. Pero
Atenodoro no creía en supercherías sino en la lógica y la razón, así que eligió
aquella casa como residencia.
Al
poco de estar instalado en la misma, se encontraba una noche, a altas horas de la
madrugada, escribiendo un libro, cuando de repente percibió cerca de él la
presencia de un ser espectral que llevaba grilletes en las manos y arrastraba
unas pesadas cadenas en los pies. La sorpresa fue mayúscula, pero antes que pudiera
proferir ningún grito o salir corriendo, miró fijamente a ese ser distinguiendo
en el mismo las facciones de un anciano con barba y largos ropajes. El ser le
hizo una señal indicando que le siguiera y a pesar de la fuerte impresión que
le produjo aquella aparición, su curiosidad pudo más y decidió seguirle. El
espectro, al comprobar que Atenodoro le seguía, se dirigió hasta uno de los
patios de la mansión y al llegar a un punto concreto del mismo se desvaneció.
Pasados unos instantes y serenados los ánimos, Atenodoro marcó el lugar exacto
en donde el fantasma había desaparecido y al día siguiente fue a contar lo
sucedido a fin de obtener los permisos necesarios de los magistrados de la
ciudad para que le permitiesen excavar en el lugar señalado. Al llegar a la
casa ordenó a sus criados que cavaran en dicho lugar y cuál no sería la
sorpresa de todos los allí presentes cuando quedó al descubierto un esqueleto
que portaba grilletes en las manos y cadenas en los pies. Atenodoro pidió que
se concediese a ese ser una sepultura más digna y así lo trasladaron a otro
lugar en donde lo enterraron según la costumbre de la época. Desde entonces,
nunca más volvió a aparecer en dicha mansión ningún fantasma ni a suceder
ningún otro acontecimiento extraño.
Esta
historia la conocemos gracias Cayo Plinio Cecilio Segundo (61 a.C – 112 d.C),
conocido como Plinio el Joven, un abogado, escritor y científico de la antigua
Roma a quien el propio Atenodoro se lo contó. Tenemos así, el primer caso
documentado, y proveniente de fuentes fiables, de la aparición de un fantasma,
con los característicos ropajes y las tradicionales cadenas que desde entonces
se han asociado siempre a los mismos.
“No son coincidencias”: https://amzn.to/2OCmSsO
No hay comentarios:
Publicar un comentario