viernes, 20 de noviembre de 2020

La investigación en antibioterapia no es rentable

(AZprensa) El Instituto Nacional de Estadística (INE) publica el número de muertes que cada año se producen como consecuencia de las resistencias bacterianas, esto es, por la ineficacia de los antibióticos disponibles frente a unas bacterias que se han hecho resistentes a los mismos.

Esta es la evolución del número de muertes registradas en los últimos cinco años, según los datos del INE que están disponibles en la actualidad:
Año
Nº muertes
2011
2.051
2012
2.147
2013
2.188
2014
2.539
2015
2.837

Pero ¿por qué los laboratorios farmacéuticos no investigan más en este campo? Hay una sencilla y triste explicación que pocos medios de comunicación y pocos directivos y políticos son capaces de reconocer. Resulta que cuando después de muchos años de investigación y miles de millones gastados, un laboratorio descubre ¡por fin! un nuevo antibiótico capaz de vencer las resistencias que esas bacterias mostraban hasta el momento, las Autoridades Sanitarias lo guardan como un tesoro, limitando al máximo su utilización para que un mal uso del mismo no haga aparecer nuevas resistencias. Esto da como consecuencia que ese antibiótico se vende muy poco ya que los hospitales prefieren ir utilizando otros ya conocidos y este sólo lo dejan como último recurso en aquellos casos en que no queda más remedio. Por consiguiente esos años y millones gastados en investigación se convierten en un fármaco del que se venderán poquísimas unidades y por consiguiente será imposible recuperar la inversión.

Así las cosas, es lógico que los laboratorios –que no son instituciones públicas ni ONGs, como mucha gente cree, sino que son empresas comerciales- prefieran destinar el dinero de la investigación para descubrir fármacos eficaces para combatir otras enfermedades en donde –si les acompaña el éxito- nadie los dejará arrinconados como ultimísima opción.

Esto es en realidad un círculo vicioso que nadie se atreve a romper: el uso masivo de un antibiótico da como resultado un mal uso del mismo (por parte de pacientes y de médicos); ese mal uso hace que aparezcan resistencias y deje de ser eficaz; las Autoridades Sanitarias limitan al máximo el empleo de cualquier nuevo antibiótico para que no aparezcan resistencias; y así las cosas, los laboratorios no pueden recuperar la inversión y por lo tanto prefieren investigar en otras áreas.

Como siempre sucede, los políticos, los directivos sanitarios y los medios de comunicación criticarán a los laboratorios por no investigar más en este campo y hablarán del número de muertes que se producen; pero no dirán nada de todas las vidas que cada día se salvan gracias a los antibióticos, ni hablarán del enorme esfuerzo que representa para un laboratorio descubrir un nuevo antibiótico, ni dirán que son ellos quienes se oponen a que un nuevo antibiótico se emplee de forma más generalizada.

Y como siempre, los laboratorios farmacéuticos agacharán la cabeza y callarán, sin gritar a los cuatro vientos esas verdades que acabamos de enumerar.


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