(AZprensa) En Daimiel (Ciudad Real), como en cualquier
otro lugar, es posible que en algún momento se hayan producido apariciones
extrañas. No han sido muchas, pero a título de ejemplo, podemos citar las dos
que ha documentado Javier Pérez Campos. La primera de ellas se ubica en la
carretera de Daimiel a Ciudad Real. Allí se ha aparecido algunas veces el
espectro de una joven que algunos han relacionado con una chica que murió en
aquél lugar años durante la noche del baile de su graduación. Más reciente, en
el año 2004, cinco personas fueron testigos de la aparición de tres OVNIS, tres
luces que surcaban el cielo a gran velocidad y no eran aviones. Este
avistamiento fue recogido al día siguiente por el diario ABC y quedó claro que
no se trataba de ningún satélite ni de ningún avión, es decir, fueron
efectivamente “tres objetos volantes no identificados”.
Pero si algún lugar misterioso hay en Daimiel ese es el
edificio abandonado del Hostal Madrid. Aunque no se hayan visto fantasmas en el
mismo, de existir fantasmas con pedigrí daimieleño, este debería ser su enclave
favorito.
Como nos cuenta Ismael Terriza, “el Hostal Madrid se
llamaba Hotel García, aunque en los anuncios publicitarios de la época
(periódico Adelante, marzo de 1923) figuraba como Hotel García-Colombia, 40
habitaciones; director Vicente Emilio Sánchez. El dueño del hotel y de la casa
adyacente era Chaparro, de nombre José García Muñoz López de Coca”.
Se inauguró allá por 1920 ó 1922 y funcionó como hostal
hasta la guerra civil, en que se convirtió en hospital y albergó a heridos y
enfermos durante la contienda. Más adelante, en 1952 hubo una gran epidemia de
gripe con 7.542 casos registrados en Daimiel, lo que obligó a utilizar el
Hostal Madrid como hospital.
Desde hace años este edificio permanece abandonado,
deteriorándose día a día su estado, hasta convertirse en uno de esos caserones
que tanto se utilizan en las películas de miedo. Mari Cruces Rodríguez
Aparicio, echando mano de su vena poética, nos habla así de este lugar: “Hostal
Madrid, un sinfín de días se cuelgan en tu fachada, en tus muros, en tu
apariencia fría y desolada. Cuántos recuerdos guardas en tus ventanas, cuántos
otoños, veranos e inviernos llevas colgados en tus viejas alas. Tu interior es
como un misterio, quien pudiera adentrarse en tus secretos tus amoríos que tan
celosamente guardas, sonríes en la mañana, irónicamente el tiempo te traspasa,
el olvido te derrumba y mientras el frío te desgasta. Tus jarrones arroparon
las más bellas rosas tempranas, las ilusiones bailaban en tus baldosas
gastadas. Ahí sigues sin que nadie se atreva a decirte nada, sólo el viento
cuando silva y se encadena a tú alma, el alma de quién te adora, quién te
recuerda y te ensalza .A pesar de todo tu altivez nunca se cansa, se abre al
amanecer y al anochecer descansa. Ahí sigues Hostal Madrid, quieto, erguido,
sin miedo a nada”.
Y para terminar con una sonrisa esta semblanza, Javier G.
Carpintero nos recuerda que había allí un Mozo que se llamaba Manuel y se
ocupaba de hacer todos los recados y de ir a la estación con un carro para
recoger a los clientes que llegaban y llevarles las maletas. Cuenta que, para
hacer publicidad del hotel, se pasaba todo el camino canturreando una
cancioncilla que decía “¡Hotel García, que se comen patatas fritas por el día y
potaje a medio día!”.
Con todo lo que se ha vivido dentro de esas paredes no
sería de extrañar que los espíritus de muchos de quienes vivieron, gozaron y
padecieron allí, aún exhalen sus voces unidas al viento durante las noches más
oscuras y silenciosas de los tiempos.
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