(AZprensa) Érase una vez un país imaginario en el que se
obligaba por ley a los médicos a guardar el historial clínico de cada uno de
sus enfermos y entregar copia del mismo al director de su distrito. Debían figurar
en el mismo todos los detalles médicos, desde el diagnóstico hasta el alta
definitiva, pasando por las pruebas y análisis practicados y la evolución de su
recuperación.
Pero esta historia clínica, aunque se silenciase la
identidad de cada uno de esos pacientes, se hacía pública, de tal forma que
cualquier persona podía acceder y revisar el historial de los pacientes que
hubiese tratado ese médico, encontrar fácilmente cómo había tratado a los que
padecían una enfermedad similar a la suya y con qué resultados. De esta forma,
la gente sabía no sólo cuántos pacientes y de qué clase tenía cada médico, sino
también qué porcentaje de éxito alcanzaba tanto a nivel global como en el área
específica que interesase.
“Alrededor de un dos por ciento”, le respondieron.
“Pues debe existir una proporción de buenos doctores mucho mayor que en la Tierra”, concluyó el visitante extranjero.
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