(AZprensa) Sólo habían pasado seis meses desde mi
incorporación a Bristol Myers y estaba muy a gusto en esa compañía, pero la
posibilidad de volver a trabajar con Carlo de Franceschi (así se llamaba), con
quien había gozado en el pasado de confianza y libertad para desarrollar mi
trabajo y todas mis iniciativas, hizo que la balanza se inclinara a su favor.
Fue así como me incorporé a este laboratorio, menos
importante que los anteriores pero con muy buenos productos. Sideta era el
acrónimo de Sociedad Ibérica de Estudios Terapéuticos Aplicados y pertenecía un
importante grupo multinacional francés, Pechiney-Ugine Kuhlmann. Trabajé allí
durante otros seis años y justo en aquello que tanto me gustaba: buscar
información médica e información del mercado, elaborar en base a la misma el
texto de todo el material publicitario, trasladar a los creativos de las
Agencias de Publicidad mis ideas para que las plasmaran en atractivos folletos
y anuncios, y formar después a la red de Visitadores Médicos para que valiéndose
de los instrumentos que les daba consiguiesen persuadir a los médicos para que
prescribiesen nuestros medicamentos.
Como podemos ver, estuve más de 12 años dedicado a la
Publicidad pero a una publicidad muy selectiva: la publicidad médica. En el
campo de los laboratorios farmacéuticos todo se reduce a la creación de
folletos, monografías, anuncios en revistas médicas, campañas de publicidad por
correo, algún expositor para farmacias o algunos carteles para adornar la
presencia en congresos. Ese mundo se me estaba quedando pequeño.
“La Biblia de Falcon Crest”:
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