(AZprensa) Como podéis
ver ha vivido unas experiencias como las de muchos corresponsales. Esto no es
nada raro para un periodista. Pero de repente, ya no puede funcionar y no sabe
qué es lo que le está pasando. Escuchar cómo prosigue su e-mail:
“... ¿Qué
puedo hacer? ¿Hago mi trabajo? ¿Protesto a mi editor? ¿Qué hago hasta el final
de mi carrera? Me siento en buena forma y en el fondo soy feliz, aunque estoy
triste y no puedo trabajar bien. He contado este problema a mis jefes y espero
salir de aquí después del fin de semana, pero no sé qué hacer después de eso.
¿Puede usted ayudarme?”.
Cuando
hablamos de la experiencia periodística del trauma, no es infrecuente que un
periodista español, americano, británico... trabaje 10 ó 15 años cubriendo la
angustia humana y, de repente, se encuentra un día en que ya no puede hacerlo,
se le han “fundido los plomos”, ya no puede funcionar.
Lo que yo os
preguntaría es: ¿Qué ayuda pensáis que necesita? Ir al psicólogo, al
psiquiatra... Pues no, esto no es lo importante. Hay mucha gente que dice:
“¡Ay, Dios mío, está loco, está enfermo, necesita psicoterapia, necesita
fármacos...!”. ¡No! Lo que este periodista está experimentando es una reacción
humana normal frente a los acontecimientos extremos a los que se ve sometido de
forma continuada.
(Cont...)
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