(AZprensa) Para
entender el efecto que nuestra mente ejerce sobre la materia, hay un
experimento que lo demuestra, el llamado “experimento de la doble rendija”. En
el mismo, se emite un haz de partículas subatómicas; cuando el investigador las
observa directamente, estas partículas se comportan como ondas que se propagan,
y cuando el investigador no las observa directamente, estas partículas se
comportan como partículas, es decir, como electrones. El experimento se ha
realizado en múltiples ocasiones, y siempre arroja el mismo resultado: si lo
miras, se propagan como ondas, y si no lo miras se propaga como partículas.
Tratando de encontrar una explicación a este fenómeno, la “Interpretación de Copenhague” es una de las interpretaciones más aceptadas de la mecánica cuántica. Basada en los trabajos de los años veinte de los físicos Niels Bohr y Werner Heisenberg, la “Interpretación de Copenhague” puede considerarse la visión ortodoxa de la mecánica cuántica.
Según
esta teoría, la realidad subatómica está en un estado de superposición hasta
que se observe; es decir: las partículas no tienen propiedades definidas hasta
que un observador las mida. Esto significa que la mente humana desempeña un
papel crucial a la hora de crear la realidad… aunque sea a nivel subatómico.
Dicho
en otras palabras: Un objeto cuántico no tiene un estado objetivo definido
hasta que se mide, y el acto de medir un objeto afecta a su estado. En lugar de
existir como una entidad definida con una ubicación específica en el espacio y
el tiempo hasta que se observa o mide, las partículas tienen a la vez todos los
estados posibles. Esto es lo que se conoce como “superposición”, y solo cuando
se observan estas partículas, “colapsan” en un estado definido de entre
cualquier otro posible.
Todo esto da pie a interminables debates tanto filosóficos como científicos, porque según se ha demostrado en este tipo de experimentos, lo percibido por los sentidos es solo una ilusión o una proyección de la coherencia oculta. Por eso, si nuestra mente es capaz de afectar y modificar la naturaleza de las cosas, ¿somos nosotros parte de la mente creadora del universo?
Claro, algunos dicen que esto sólo se ha demostrado a nivel subatómico pero no tiene por qué ser cierto a escalas más grandes; otros –por el contrario- afirman que esto demuestra la conexión profunda entre la mente humana y la creación del universo y que, simplemente, aún no hemos sido capaces de hallar ningún experimento que –al igual que el de la “doble rendija”- lo demuestre a gran escala.
De
lo que sí hay pruebas es de cómo el poder de la mente humana es capaz de
influir en muchas ocasiones en los acontecimientos que influyen en nuestra vida
diaria, tanto a nivel positivo como a nivel negativo. Cuando uno pone toda su
fuerza de voluntad (y también su preparación y su trabajo) en lograr alguna
meta, con frecuencia se consigue. De igual forma, cuando alguien va de
pesimista por la vida y piensa que todo le sale mal, que está gafado, y no se
esfuerza, ni se prepara ni lucha por cambiar esa situación… pues sigue igual de
gafado en la vida.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“Lecturas diferentes”: https://www.amazon.es/dp/B09QF2JQDC
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Todo esto da pie a interminables debates tanto filosóficos como científicos, porque según se ha demostrado en este tipo de experimentos, lo percibido por los sentidos es solo una ilusión o una proyección de la coherencia oculta. Por eso, si nuestra mente es capaz de afectar y modificar la naturaleza de las cosas, ¿somos nosotros parte de la mente creadora del universo?
Claro, algunos dicen que esto sólo se ha demostrado a nivel subatómico pero no tiene por qué ser cierto a escalas más grandes; otros –por el contrario- afirman que esto demuestra la conexión profunda entre la mente humana y la creación del universo y que, simplemente, aún no hemos sido capaces de hallar ningún experimento que –al igual que el de la “doble rendija”- lo demuestre a gran escala.
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