(AZprensa) En julio de 2012, un evento significativo tuvo lugar en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), que redefiniría cómo entendemos la conciencia no solo en humanos sino también en animales. La “Declaración de Cambridge sobre la Conciencia” surgió de la "Conferencia Francis Crick sobre la Conciencia en Humanos y Animales no Humanos", y marcó un punto de inflexión en el campo de la neurociencia y la ética animal.
La
conferencia, organizada en honor al renombrado neurocientífico Francis Crick,
reunió a expertos de múltiples disciplinas para discutir la base neurológica de
la conciencia. Entre los asistentes y firmantes de la declaración se
encontraban figuras de renombre como Jaak Panksepp, Diana Reiss, David Edelman,
Bruno Van Swinderen, y Christof Koch. La declaración fue redactada por Philip
Low y revisada por este grupo de científicos, siendo firmada en presencia de
Stephen Hawking, lo que subrayó su importancia.
La
Declaración de Cambridge de 2012 afirma explícitamente:
"Las
evidencias convergentes indican que los animales no humanos poseen los
sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de
conciencia, junto con la capacidad de mostrar comportamientos intencionales.
Por lo tanto, concluimos que los humanos no son los únicos poseedores de los
sustratos neurológicos que generan la conciencia."
Esta
declaración es significativa porque:
Incluye
a mamíferos y aves: Señala específicamente que tanto mamíferos como aves tienen
las bases neurológicas para la conciencia.
Menciona a otros animales: También sugiere que otros organismos, como los pulpos, podrían poseer estos sustratos neurobiológicos, aunque se requiere más investigación.
Reconoce comportamientos intencionales: Acepta que ciertos comportamientos en animales no humanos pueden ser indicativos de conciencia.
La
Declaración de Cambridge tiene varias implicaciones profundas:
Ética
y bienestar animal: Al reconocer que los animales pueden experimentar estados
conscientes, se refuerza la necesidad de reconsiderar las prácticas de
bienestar animal en la agricultura, la experimentación y la conservación.
Derechos de los animales: Este reconocimiento podría ser un catalizador para políticas más robustas de protección animal, respaldando el argumento de que los animales tienen derechos basados en su capacidad para sentir y ser conscientes.
Investigación científica: Influye en cómo se llevan a cabo estudios de neurociencia y biología comparativa, animando a una investigación más empática y respetuosa hacia los sujetos animales.
Educación y concienciación pública: Ofrece una base científica para educar al público sobre la complejidad de los animales, fomentando una mayor empatía y comprensión hacia ellos.
Sin
embargo la declaración no especifica el grado o la complejidad de la conciencia
en diferentes especies, dejando espacio para interpretaciones variadas sobre
qué tan "conscientes" son los animales. Aunque señala la existencia
de sustratos neurológicos de la conciencia, se necesitan más estudios para
entender completamente cómo se manifiesta la conciencia en diferentes animales.
Y, por supuesto, aún queda pendiente la aplicación de estas conclusiones en
leyes y prácticas culturales.
Podemos
concluir que la “Declaración de Cambridge” de 2012 es más que un documento; es
una invitación a repensar nuestra relación con el mundo animal. Ha abierto
puertas para un diálogo más informado y ético sobre la conciencia, afectando no
solo a la ciencia sino también a la filosofía, la ética y la política. A medida
que continuamos explorando la mente animal, esta declaración servirá como un
faro, recordándonos que la conciencia es un fenómeno más extendido en el reino
animal de lo que habíamos imaginado.
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Menciona a otros animales: También sugiere que otros organismos, como los pulpos, podrían poseer estos sustratos neurobiológicos, aunque se requiere más investigación.
Reconoce comportamientos intencionales: Acepta que ciertos comportamientos en animales no humanos pueden ser indicativos de conciencia.
Derechos de los animales: Este reconocimiento podría ser un catalizador para políticas más robustas de protección animal, respaldando el argumento de que los animales tienen derechos basados en su capacidad para sentir y ser conscientes.
Investigación científica: Influye en cómo se llevan a cabo estudios de neurociencia y biología comparativa, animando a una investigación más empática y respetuosa hacia los sujetos animales.
Educación y concienciación pública: Ofrece una base científica para educar al público sobre la complejidad de los animales, fomentando una mayor empatía y comprensión hacia ellos.
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