(AZprensa)
Desde su primer mandato, Donald Trump ha manifestado su interés en adquirir
Groenlandia, una propuesta que, aunque a primera vista pueda parecer
extravagante, revela dimensiones geopolíticas y estratégicas que merecen un
análisis detallado. A continuación, se exploran las cuestiones que rodean la
viabilidad de esta intención…
Groenlandia,
como la isla más grande del mundo (en realidad se descubrió recientemente que
son dos islas pero que están cubiertas permanentemente por hielo), posee una
ubicación estratégica en el Ártico, una región cada vez más relevante debido al
cambio climático y sus recursos naturales. La isla está cubierta de hielo, pero
los recursos como el petróleo, minerales raros y potenciales nuevas rutas
marítimas debido al deshielo hacen de Groenlandia un lugar de interés
geopolítico. Trump ha argumentado que el control de Groenlandia es vital para
la seguridad nacional de Estados Unidos, citando la necesidad de mantener una
presencia estadounidense en la región para contrarrestar las ambiciones de
otros países como Rusia y China.
El
principal obstáculo para la compra de Groenlandia es su estatus político. Desde
2009, Groenlandia es un territorio autónomo bajo la soberanía de Dinamarca, con
un alto grado de autogobierno, incluyendo control sobre sus recursos naturales.
Ambas, Dinamarca y Groenlandia, han rechazado firmemente cualquier insinuación
de venta. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, y el primer
ministro de Groenlandia, Mute Egede, han declarado que Groenlandia no está en
venta y que su gente debe decidir su futuro. Además, la legislación
internacional actual no contempla fácilmente la compra de territorios soberanos
por parte de otras naciones, lo que añade una capa de complejidad legal.
Desde
una perspectiva económica, comprar Groenlandia no sería solo una cuestión de
poner precio a la isla. Según análisis, Dinamarca recibe subsidios
significativos para mantener la infraestructura y el bienestar de Groenlandia,
lo que indica que la explotación de sus recursos no es de inmediato lucrativa.
Aunque Trump ha mencionado que Groenlandia podría ser un "gran acuerdo
inmobiliario", las inversiones necesarias en infraestructuras y la gestión
de una población pequeña y dispersa podrían no justificar económicamente la
compra.
El
plan de Trump ha generado reacciones globales, desde el humor hasta la
preocupación genuina sobre el imperialismo moderno. La comunidad internacional,
especialmente los aliados de Estados Unidos en la OTAN, como Dinamarca, ha
visto esta propuesta como una amenaza a la estabilidad y soberanía de los
estados miembros. Además, en el contexto de las relaciones internacionales,
cualquier movimiento de este tipo podría ser interpretado como una violación de
la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Aunque
la idea de comprar Groenlandia podría ser atractiva para algunos desde un punto
de vista estratégico, la viabilidad de esta intención de Trump es
extremadamente baja. La oposición de Groenlandia y Dinamarca, los desafíos
legales y los costos económicos, junto con las posibles repercusiones
diplomáticas, convierten esta propuesta en más una declaración política que en
una posibilidad realista. Trump ha usado esta idea para destacar su política
exterior agresiva y su enfoque en la seguridad nacional, pero hasta ahora,
parece más bien una estrategia de negociación o un intento de mantenerse en los
titulares que un plan viable para la expansión territorial de Estados Unidos.
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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