domingo, 26 de enero de 2025

Viajar no es ir a otro lugar

(AZprensa) Como hoy finaliza en Madrid la Feria Internacional de Turismo FITUR conviene que pensemos, aunque sólo sea un momento, en qué significa realmente el concepto de "viajar".

Viajar es más que un simple desplazamiento. El concepto de "viajar" ha sido, desde tiempos inmemoriales, una actividad profundamente arraigada en la naturaleza humana. Sin embargo, viajar no se limita simplemente a moverse de un lugar a otro; es una experiencia multidimensional que enriquece nuestra vida de maneras insospechadas.
 
Viajar es más que un simple cambio de escenario. En su esencia más básica, viajar significa desplazarse físicamente de un sitio a otro. Pero, ¿qué ocurre cuando profundizamos en esta definición? Viajar se convierte en una aventura de descubrimiento, una oportunidad para vivir nuevas experiencias. Desde explorar las maravillas naturales del mundo hasta sumergirse en la cultura de un país desconocido, cada viaje es una puerta abierta a historias, paisajes y personas que de otra manera serían inaccesibles.
 
Viajar e Conocer. Cada viaje es una lección de historia, geografía, y antropología en vivo. Al visitar nuevos destinos, no solo aprendemos sobre el lugar en sí, sino también sobre la interconexión global. Se nos presenta la oportunidad de entender cómo se vive, piensa y celebra la vida en otras partes del mundo. Este conocimiento va más allá de los libros; es palpable, vivencial. Por ejemplo, participar en un festival local o aprender una receta tradicional no solo nos educa sobre las costumbres, sino que nos enseña a valorar la diversidad humana.
 
Viajar es, en definitiva, conocerse mejor a uno mismo. Uno de los aspectos más transformadores del viaje es el autoconocimiento. Alejarse de la rutina y de las comodidades del hogar nos enfrenta a situaciones que no solemos encontrar en nuestro entorno habitual. Este desarraigo puede ser desafiante, pero también revelador. Nos obliga a adaptarnos, a resolver problemas de nuevas maneras y, en el proceso, descubrimos fortalezas y debilidades que no sabíamos que teníamos. Viajar nos pone frente al espejo de nuestra propia existencia, haciéndonos preguntas profundas sobre quiénes somos, qué queremos y cómo nos relacionamos con el mundo.
 
El viaje también es un acto de conexión. Conectar con otros viajeros, con la gente local, y con la naturaleza en formas distintas. Estas interacciones pueden forjar amistades para toda la vida, enseñarnos sobre empatía y comprensión intercultural, y expandir nuestra red de apoyo personal. Pero, igualmente importante, es la conexión con uno mismo. La soledad voluntaria de los viajes puede ser terapéutica, permitiendo una reflexión interna que es difícil de alcanzar en el bullicio cotidiano.
 
Cuando nos planteemos la idea de emprender un viaje, deberíamos tener presente que estaremos emprendiendo mucho más que un simple desplazamiento; estaremos iniciando un viaje de descubrimiento, de aprendizaje y de crecimiento personal.
 

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