(AZprensa) Ese dicho popular de “no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo” tendría que habérselo aplicado Lilly (y también otras muchas compañías farmacéuticas). Este caso concreto que nos ilustra lo acertado del dicho popular, sucedió en el año 2017. El laboratorio farmacéutico Lilly, uno de los más importantes del mundo, tenía un prometedor medicamento contra la demencia leve por alzheimer: solanezumab.
Estaban tan convencidos de la eficacia del producto y de sus enormes posibilidades de venta, que empezaron a contratar un montón de trabajadores para preparar dicho lanzamiento.
Sin embargo, aún quedaban varias etapas a cumplir antes de poder lanzarlo, y el momento de toparse con la realidad llegó con el ensayo clínico denominado “Expedition 3”. Ese estudio les demostró que el producto no cumplía todas las expectativas que en él habían depositado y por consiguiente no procedía continuar con él ni lanzarlo al mercado.
Conclusión: Optaron por lo más fácil, despedir a 485 personas de su sede de Indianápolis.
Estamos seguros que aquellos que tuvieron la idea de contratar a todas esas personas que después pusieron en la calle al no poder materializar el lanzamiento, así como aquellos que dieron el visto bueno a tal iniciativa, no fueron despedidos y continuaron confortablemente en sus bien remunerados puestos.
En fin, esta es una constante. En todas las empresas quienes pagan los errores de los altos directivos son los trabajadores, a los cuales se despide cuando los planes que idearon esos directivos no se cumplen, mientras que los verdaderos culpables siguen en su puesto con todos sus privilegios y elevados sueldos.
Estaban tan convencidos de la eficacia del producto y de sus enormes posibilidades de venta, que empezaron a contratar un montón de trabajadores para preparar dicho lanzamiento.
Sin embargo, aún quedaban varias etapas a cumplir antes de poder lanzarlo, y el momento de toparse con la realidad llegó con el ensayo clínico denominado “Expedition 3”. Ese estudio les demostró que el producto no cumplía todas las expectativas que en él habían depositado y por consiguiente no procedía continuar con él ni lanzarlo al mercado.
Conclusión: Optaron por lo más fácil, despedir a 485 personas de su sede de Indianápolis.
Estamos seguros que aquellos que tuvieron la idea de contratar a todas esas personas que después pusieron en la calle al no poder materializar el lanzamiento, así como aquellos que dieron el visto bueno a tal iniciativa, no fueron despedidos y continuaron confortablemente en sus bien remunerados puestos.
En fin, esta es una constante. En todas las empresas quienes pagan los errores de los altos directivos son los trabajadores, a los cuales se despide cuando los planes que idearon esos directivos no se cumplen, mientras que los verdaderos culpables siguen en su puesto con todos sus privilegios y elevados sueldos.
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