jueves, 1 de marzo de 2018

El hambre es cosa de hormonas

(AZprensa) “Hambre” no sólo es el título de una novela del premio Nobel noruego Knut Hamsun, sino algo mucho más cotidiano en todos nosotros y no siempre bien conocido. El hambre es un mecanismo de supervivencia de la especie humana, sin embargo, muchas personas no pueden o no saben controlar el apetito. Afectan factores sociales, comemos con prisa, más cantidad de la que necesitamos y en ocasiones por ansiedad, perdiendo el control sobre la ingesta de alimentos.

Existen ciertas comidas conocidas como “confort foods” que se consumen con más frecuencia cuándo estamos bajos de ánimo o estresados. “Al comer algo que nos gusta, se libera dopamina, de igual modo que cuándo se consume una droga. Genera placer, relajación y bienestar, favoreciendo que la persona se ‘enganche’ a determinados alimentos para compensar sus emociones. Por eso es importante saber distinguir el hambre física de la emocional, y poder detectar los detonantes que arruinan tu dieta”, explica la Doctora en Farmacia y Nutricionista Amil López Viéitez, propulsora de la llamada “Dieta Coherente”.

Las principales hormonas implicadas en el control del apetito son insulina, glucagón, cortisol, leptina y grelina.
La insulina se segrega cuándo comemos hidratos de carbono o estamos más de 4 horas en ayunas. Si se activa demasiado, aumenta el apetito por el dulce y el almacenamiento de grasa.
El glucagón es la hormona contraria a la insulina, se segrega cuándo comemos proteínas, por eso es importante incluir proteína en tus 5 comidas.
El cortisol se activa en los estados de estrés crónico y favorece el aumento de grasa abdominal y la retención de líquidos.
La grelina producida por el estómago, modula el apetito a corto plazo (para comer cuando el estómago está vacío y para parar con el estómago lleno).
La leptina es producida por el tejido adiposo para señalizar las reservas de grasa almacenadas (para comer más cuando las reservas de grasa están bajas y menos cuando las reservas de grasa son altas).

Y finalmente habría que citar también –aunque no sean hormonas- a los hidratos de carbono como responsables de facilitar el transporte del triptófano para su conversión en serotonina, el neurotransmisor del placer y la felicidad.

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