(AZprensa) Han pasado ya varios días desde que asistí a la celebración del Día Nacional de Noruega en Alfaz del Pi (Alicante) y aún estoy tratando de asimilar la lección de educación y respeto que nos han dado los miles de noruegos afincados en esta localidad. Más de 2.000 noruegos –muchos de ellos ataviados con sus trajes regionales- recorrieron las calles de la ciudad en un animado desfile en el que compartían la alegría por igual tanto los niños como los adultos y los más mayores. Mostraban orgullosos la bandera de su país, no sólo portando cada uno su pequeña bandera sino ataviados con todo lo que la imaginación permite para mostrar los colores de su enseña nacional: cintas, escarapelas, camisetas, sombreros, lazos… y hasta la propia cara decorada con los colores de su bandera.
Con cánticos y gritos de “hipp hipp hurra” se dirigieron hasta la explanada de la Casa de la Cultura en donde una gigantesca bandera presidía el anfiteatro de sillas preparado para esta celebración. Sonó el himno de España y todos los noruegos se pusieron respetuosamente en pie, despidiéndolo después con aplausos. Sonó el himno de Noruega –que este sí que tiene letra- y todos unieron sus voces para cantarlo. Vinieron después los discursos (traducidos también al español) y un coro de niños nos deleitó con sus canciones.
Terminado este acto nos dirigimos al polideportivo en donde los puestos de perritos, café, pasteles y helados –todo al precio simbólico de un euro- sirvieron para calmar el hambre y compartir tan especial día. Además, los niños tenían a su libre disposición castillos hinchables y otras diversiones para hacer de esta fecha señalada un día para recordar.
La gran sorpresa
Hasta aquí todo parece bastante normal, pero eso era porque aún estaba en estado de shock por cuanto había vivido. Para empezar –como anécdota- contaré que al llegar esa mañana a Alfaz del Pi pregunté a un policía municipal a qué hora daría comienzo el desfile. Me contestó: “A las 11 pero ya se sabe que siempre se va con retraso”. Craso error. Eso es en España. Lo que no sabía ese policía era que la puntualidad es norma obligada para todos ellos (al igual que en todos los países del norte de Europa). Y así pude comprobar cómo se cumplieron con exactitud todos los horarios fijados en el programa; ni siquiera en los discursos se alargó nadie.
Pero ahora viene lo más sorprendente. Primero fueron miles de noruegos de todas las edades desfilando y cantando. Luego se dieron cita frente a la Casa de Cultura para escuchar canciones y discursos. Finalmente compartieron unas horas de ocio y comida al aire libre mientras los niños corrían y jugaban. ¿Y sabéis que pasó? Que no se escuchó ningún griterío. Que los noruegos hablaban sin gritar. Que los niños estuvieron quietos y callados durante los discursos y después en la zona de juegos se dedicaron a correr, jugar y saltar… sin gritar. Que no había empujones ni nadie intentaba colarse a la hora de hacer cola para coger el perrito o el café.
¿Cuándo se ha visto a un grupo de españoles que disfruten de una comida al aire libre sin gritar? ¿Cuándo se ha visto a niños españoles en un castillo hinchable sin gritar? ¿Cuándo se ha visto a adultos y niños españoles escuchar sentados y en silencio unos discursos y unas canciones o incluso el himno nacional? ¿Cuándo se ha visto en España hacer cola sin apreturas y sin que nadie intente colarse? Y ya para terminar ¿cuándo se ha visto en España que tras una celebración de miles de personas, como esta, no quede ni un solo papel, ni un solo envase, tirado por el suelo?
Ojalá se nos peguen a los españoles sus buenas costumbres, su educación y su respeto, porque todo eso –como he podido comprobar- no está reñido con la alegría y la diversión.
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