(AZprensa) Hace 1.500 años, una erupción del volcán
Ilopango, situado en el actual El Salvador, alcanzó magnitudes devastadoras
para la civilización maya. Según el investigador Darío Pedrazzi,
“la erupción alcanzó su clímax con las formaciones de flujos piroclásticos
asociados probablemente a un colapso de la caldera y finalizó con la caída de
todo el material enviado a la atmósfera que se fue depositando en el suelo
formando capas de ceniza”. Algunos de estos materiales fueron transportados
hasta países vecinos de América Central, como Guatemala, Honduras, Nicaragua y
Costa Rica.
Para hacernos una idea de la magnitud de esta erupción,
baste decir que, durante las fases finales, la columna de ceniza y gas se elevó
hasta los 49 kilómetros de altura; el volumen total de material expulsado
durante la erupción fue de unos 30 kilómetros cúbicos de magma; y la magnitud de
la erupción fue de 6,8.
“Lo que llama mucho la atención es la potencia de los
depósitos que en algunos puntos pueden llegar hasta los 70 metros de espesor.
De hecho, no hay que olvidar que toda el área metropolitana de San Salvador
está construida sobre los materiales piroclásticos que se generaron durante
esta erupción”, explica Pedrazzi.
La caldera del Ilopango está situada a unos 10 kilómetros
de San Salvador, la capital El Salvador, y forma parte de los volcanes que
configuran el Arco Volcánico de El Salvador que, con un total de 21 volcanes
activos, es uno de los segmentos más activos del Arco Volcánico de América
Central. La última erupción registrada fue en el año 1879 y en la actualidad
unos tres millones de personas viven en un radio de 30 kilómetros alrededor de
la caldera.
El estudio ha sido publicado en la revista “Journal of
Volcanology and Geothermal Research” y sus autores han cartografiado un área de
unos 200.000 km2 para obtener la estratigrafía completa de los depósitos y
establecer las relaciones de estos con los materiales originados en otras
erupciones.
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