(AZprensa)
Por si no lo sabías, en Daimiel (Ciudad Real) vivió “El niño más fuerte del mundo”, lo que
pasa es que por aquella época (mitad del siglo XX) no existía el libro Guinness
de los record, así que no pudo reflejarse allí mi nombre como “el niño más
fuerte del mundo”. Esta es la historia…
Llegó a Daimiel un nuevo y sorprendente espectáculo que se anunciaba a bombo y platillo con carteles por todas partes del pueblo: “El hombre más fuerte del mundo”. La actuación era en el campo de fútbol y allí me llevó mi padre. El estadio estaba lleno y todos nos mostrábamos intrigados por cuál sería el desarrollo de aquél inusual espectáculo. Aquél sujeto corpulento comenzó a coger barras de hierro y a enroscárselas alrededor del brazo como si fueran de goma… pero eran de hierro como previamente había dado a comprobar a algunos espectadores. Después comenzó a levantar diversos objetos a cuál más voluminoso y pesado. No contento con eso, invitó a varias personas para que se subieran a un coche y, atando una cuerda a su parachoques delantero, la agarró con los dientes y tiró de ella haciendo que el coche, cargado de gente, avanzara. Finalmente invitó a más personas a que se subieran a un autobús, ató una cuerda a su parachoques, se la enganchó en los hombros y tiró de ella haciendo que el autobús avanzase por el campo de fútbol.
Todos los espectadores quedamos impactados con la fuerza sobrehumana de aquella persona y ya por la noche, aprovechando que un vecino lo había invitado a cenar a su casa, mi padre me llevó a saludarlo personalmente y darle la enhorabuena. Tras el pertinente saludo, mi padre me presentó y él, muy amable, me tendió la mano. Yo le estreché la suya y entonces él comenzó a proferir gritos de dolor por mi fuerte apretón. ¡Yo era más fuerte que el hombre más fuerte del mundo! Y así, entre las risas de los asistentes, me volví a casa henchido de satisfacción al ver que yo era más fuerte que el hombre más fuerte del mundo… ¡El niño más fuerte del mundo!
Más historias como esta en: “Memorias de un Dircom”, de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa:
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Llegó a Daimiel un nuevo y sorprendente espectáculo que se anunciaba a bombo y platillo con carteles por todas partes del pueblo: “El hombre más fuerte del mundo”. La actuación era en el campo de fútbol y allí me llevó mi padre. El estadio estaba lleno y todos nos mostrábamos intrigados por cuál sería el desarrollo de aquél inusual espectáculo. Aquél sujeto corpulento comenzó a coger barras de hierro y a enroscárselas alrededor del brazo como si fueran de goma… pero eran de hierro como previamente había dado a comprobar a algunos espectadores. Después comenzó a levantar diversos objetos a cuál más voluminoso y pesado. No contento con eso, invitó a varias personas para que se subieran a un coche y, atando una cuerda a su parachoques delantero, la agarró con los dientes y tiró de ella haciendo que el coche, cargado de gente, avanzara. Finalmente invitó a más personas a que se subieran a un autobús, ató una cuerda a su parachoques, se la enganchó en los hombros y tiró de ella haciendo que el autobús avanzase por el campo de fútbol.
Todos los espectadores quedamos impactados con la fuerza sobrehumana de aquella persona y ya por la noche, aprovechando que un vecino lo había invitado a cenar a su casa, mi padre me llevó a saludarlo personalmente y darle la enhorabuena. Tras el pertinente saludo, mi padre me presentó y él, muy amable, me tendió la mano. Yo le estreché la suya y entonces él comenzó a proferir gritos de dolor por mi fuerte apretón. ¡Yo era más fuerte que el hombre más fuerte del mundo! Y así, entre las risas de los asistentes, me volví a casa henchido de satisfacción al ver que yo era más fuerte que el hombre más fuerte del mundo… ¡El niño más fuerte del mundo!
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1 comentario:
Ambos tendríais que militar en los X-Men o los Vengadores.
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