(AZprensa) Cuando paseaba por la calle, una amplia avenida junto a
un parque, en una luminosa mañana de invierno, no pude menos que acordarme del
título de aquella película: “Murieron con las botas puestas”. En esta ocasión,
sin embargo, el título debería cambiarse por este otro: “Murieron con las
mascarillas puestas”.
El lavado de cerebro que Gobierno y “medios de
manipulación” hicieron durante la pasada pandemia, junto con el ilegal (así lo
confirmaron los jueces del Tribunal Superior de Justicia) confinamiento de la
población en sus domicilios, ha causado verdaderos estragos en el cerebro de
los ciudadanos.
En esa luminosa mañana, en una amplia avenida, junto a un
parque, con muy poca gente paseando, llamaba poderosamente la atención cómo
muchas personas llevaban puesta la mascarilla. ¿Para qué? ¿De qué temen
contagiarse en tal lugar y circunstancia? Prefieren en cambio respirar sus
propios vómitos, ese aire viciado, cargado del venenoso CO2 que exhalamos, todo
lo cual va deteriorando su salud física e intelectual.
Yo he intentado alguna vez conversar amigablemente con alguno
de esos “covidianos” que, si por ellos fuera, hasta dormirían con la mascarilla
puesta. Les he explicado qué son los virus, cómo se transmiten, y cómo en tal
momento y circunstancia es imposible un contagio. Pero no razonan. Su cerebro
se ha deteriorado tanto por culpa de respirar tanto CO2 y ver tantas horas de “tele
terror” que su respuesta no se aleja mucho de un “sí, ya, bueno”, como dando a
entender que tengo razón pero ellos prefieren seguir con esa mordaza física y
mental.
Como suelen obedecer ciegamente todo lo que diga la
Autoridad Competente, y a eso que se llama “las Autoridades Sanitarias” de las
que el Gobierno se ha negado reiteradamente a dar sus nombres, les he explicado
que en espacios abiertos no es obligatorio llevarlas, que resulta absurdo estar
sin mascarilla en el andén y tener que ponérsela al entrar en el vagón del metro,
que resulta absurdo contemplar cómo si vas a viajar de Madrid a Londres (por
ejemplo) en un avión de British Airways no necesitas mascarilla, pero que si
ese mismo viaje lo haces en un avión de Iberia sí la necesitas… y más absurdidades
por el estilo. En fin, su respuesta ha sido la misma, “sí, ya, bueno”, sin ser
capaces de razonar en contra de tales exposiciones, cerrando su mente a
cualquier cosa que contradiga las órdenes que recibieron y quedaron grabadas a
fuego en su cerebro.
Personas taciturnas, temerosas, acobardadas, que tienen
miedo del contacto humano y sólo buscan lo que les diga “Papá Estado” a través
de los “medios de manipulación”, que se van envenenando lentamente respirando
su aire viciado en donde sus propios gérmenes entran y salen de sus vías
respiratorias con cada bocanada de CO2 que dan. Y así, esa permanente
disminución de oxígeno que llega a sus pulmones, va dañando su estado físico y
mental.
España es el único país de Europa en donde aún son
obligatorias las mascarillas en el transporte público, en todos los demás
países retiraron la obligatoriedad hace ya mucho tiempo. Es posible que cuando
se celebren en mayo las elecciones autonómicas quiten esta obligatoriedad y la utilicen
como arma propagandística en su provecho. Aun así –porque ya se está viendo en
todos los demás espacios en donde no son obligatorias y la gente las sigue
llevando- me temo que el daño cerebral que se ha causado a todos esos ciudadanos
ya es irreversible y que todos los que ahora siguen llevando mascarilla la seguirán
llevando aunque deje de ser obligatoria. Como son incapaces de razonar, la
seguirán llevando para “sentirse protegidos” no sabemos de qué, quizás del
miedo que les da pensar por ellos mismos y darse cuenta que han sido
manipulados. Y así hasta que se mueran, por más que piensen que la mascarilla
los hace inmortales.
Así se utilizó la pandemia para manipular a la población e implantar la “Agenda 2030”.
“Diario del caos”: https://amzn.to/3eJqYd8
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