martes, 9 de mayo de 2023

Los defensores del cambio climático están rabiosos

(AZprensa) Vaya por delante que en este artículo no apoyamos a los negacionistas del cambio climático; simplemente nos vamos a centrar en demostrar la inconsistencia de los argumentos que emplean los defensores del cambio climático. Hablaremos, pues, de “negacionistas” y “defensores” así como de sus argumentos.
 
Por ejemplo, ha causado gran irritación entre los “defensores” la divulgación en redes sociales de una simple hoja de un almanaque antiguo en donde se recogían las temperaturas máximas del periodo que va de 1901 a 1930 en cada una de las provincias españolas. En ella se comprobaba cómo en ese periodo de 30 años se alcanzaban temperaturas iguales e incluso superiores a las que se están recogiendo actualmente. Por eso, los “negacionistas” que divulgaban esta hoja de almanaque decían que “Como se puede ver, toda la vida ha hecho calor. Que no te cuenten payasadas”.
 
Como los “defensores” siguen las líneas que marcan el Gobierno y las agendas mundiales “Agenda 2030” y “Agenda 2050”, se sienten arropados por el poder y carecen de autocrítica, así como carecen también de humildad. En su habitual prepotencia, les ha sentado muy mal que les llamen “payasos” y han puesto en marcha su maquinaria de descrédito a todo lo que se oponga al pensamiento único.
 
A través de los medios de comunicación (perdón, quiero decir de “manipulación”) y de sus propios órganos para decirnos qué es “fake” (falso) y qué es “verdad” (según ellos), se han referido a estas viejas hojas de almanaque.
 
Para empezar, les hubiera gustado decir que eran falsas, o que estaban manipuladas, pero resulta que dichas hojas eran auténticas y emitidas por la Agencia Estatal de Meteorología, por lo tanto no podían decir que esos datos fuesen falsos.
 
Así que a los “defensores” no les ha quedado más remedio que utilizar otros “argumentos” como, por ejemplo, que “no se pueden sacar conclusiones de datos de temperaturas puntuales”. Pero resulta que esos datos “puntuales” son de un periodo de 30 años, y que lo que hoy día nos cuentan todos los informativos del tiempo, sí que son datos puntuales. Por lo tanto si –según ellos- no se pueden sacar conclusiones de unos datos puntuales de un periodo de 30 años, tampoco se deberían poder sacar conclusiones de los datos puntuales de este año o de los dos o tres últimos años.
 
Los “defensores” reconocen que, en efecto, esas hojas pertenecen al “Calendario Meteoro-Fenológico” de 1943 del Servicio Meteorológico Nacional, que entonces estaba adscrito al Ministerio del Aire y que cumplía las funciones de la AEMET. Y a continuación añaden que para tomar conclusiones sobre esas cifras “necesitan un estudio en profundidad sobre en qué condiciones se tomaron, algo que aún está pendiente”. Es decir, reconocen que son datos oficiales pero no se les ha ocurrido estudiar en profundidad esos datos (que son su propia fuente oficial) para sacar conclusiones, pero sí que han sacado la conclusión (sin haber estudiado esos datos, tal como reconocen) de que estamos en plena catástrofe de calentamiento global.
 
A continuación, empiezan a poner en duda a los técnicos de este organismo oficial que tomaron dichas temperaturas, y dicen cosas como estas: “Existen muchos factores que inciden en la medición de temperaturas, como la situación de la estación, que no se detalla en el almanaque”. Y abundan en su exposición diciendo que: “Medir las temperaturas es más difícil de lo que parece. Lo ideal es medir la temperatura del aire, y para eso necesitamos un sensor que esté protegido de la lluvia y de la radiación solar con una garita, pero también hay muchas otras variables. El sensor necesita que la garita esté abierta, que el aire circule y que tenga la misma temperatura que en el exterior. No sabemos dónde estaba situada la estación que tomó el dato de 46,6ºC en Sevilla. Puede no haber estado en un sitio adecuado. Puede que estuviese en una pared que mira al sur, o no circulase bien el aire por ella”.
 
Total, que según ellos, como no saben en qué lugares y en qué situaciones estaban esas garitas, no pueden tomarlas en consideración. Según este mismo razonamiento, si las temperaturas recogidas en esos 30 años no se pueden tomar en consideración, cuando ahora hablemos del “calor” que hace hoy en día, no podremos compararlo de forma fiable con el que hacía antes. Son ellos mismos quienes nos están diciendo que esos datos no son fiables.
 
Vamos, que los “defensores” miran unas cifras de hace muchos años, y si son más bajas que las actuales, dicen que sí son válidas y demuestran el calentamiento global, aunque no sepan dónde ni cómo estaban situadas esas garitas de medición. En cambio, si las cifras antiguas que miran son más altas que las actuales, entonces dicen que esos datos sí son fiables, aunque no sepan ni dónde ni cómo estaban situadas esas garitas.
 
Seamos serios, si el desconocimiento de cómo y dónde estaban situadas esas garitas hace que los datos no sean fiables, pues no serán fiables ni para lo bueno ni para lo malo, ni para apoyar el cambio climático ni para negarlo.
 
Como los “defensores” se van dando cuenta de que sus argumentos hacen agua por todas partes, cambian de estrategia y dicen a continuación que el cambio climático “se nota no solo en un aumento de eventos extremos, sino también en el aumento de la temperatura media”. Reconocen que la existencia de “temperaturas máximas altas en algunos momentos determinados no quiere decir que la media sea alta, quiere decir que en un momento puntual la temperatura ha aumentado y provocado una ola de calor, algo normal y habitual en el clima”. Y entonces se ponen a hablar de “olas de calor”, es decir, de periodos de varios días con temperaturas más altas de lo normal. Para darle carácter científico a sus afirmaciones, citan un artículo (sólo uno) publicado en una revista científica en el año 2014, pero resulta que dicho artículo se refiere al sur de Europa en el periodo 1978 a 2012, en donde toman las cifras de algunos puntos del sur de Europa (no explican con qué criterios se han elegido esos puntos) y comprueban que ahí hubo más “olas de calor” en los últimos años que en los anteriores. Como consideran fiables esos datos, debemos suponer que los que hicieron el estudio sí sabían cómo y dónde estaban situadas las garitas para la medición de las temperaturas, porque si no, esos datos no serían válidos. Tampoco nos explican cuáles han sido esos puntos escogidos para comparar sus temperaturas, ni por qué consideran ellos que esos puntos son representativos de todo el sur de Europa.
 
En definitiva, los “defensores” dicen que “medir las temperaturas es más difícil de lo que parece” pero a la hora de la verdad nos demuestran que: Sacar conclusiones es mucho más fácil de lo que parece, sobre todo si esas conclusiones son del gusto de las agendas 2030 y 2050”.
 
Finalmente, recordemos…
Por una parte:
Que los registros más o menos serios de temperaturas se vienen realizando desde hace sólo unos 150 años; que los modelos climáticos que establecen el clima mundial se vienen haciendo desde 1970 (hace sólo 53 años); y que la AEMET con su actual denominación, estructura y “garitas” oficiales se creó en 2008 (hace sólo 15 años).
 
Y por otra parte:
Que la Edad del Hielo tuvo lugar hace 12.000 años; que la última glaciación tuvo lugar hace 110.000 años; y que el planeta Tierra tiene más de 4.500.000.000 años (más de 4.500 millones de años).
 
En definitiva: Hablar de temperaturas referidas a unas decenas de años, es totalmente irrelevante a escala geológica.
 
Enlaces para curiosos que sean capaces de razonar por sí mismos y aceptar o cuestionar lo que se dice en los mismos:
Web dedicada a desmentir todo lo que vaya en contra de la verdad oficial: https://www.newtral.es/almanaque-aemet/20220728/
¿Cómo se mide la temperatura histórica en España? (National Geographic):
https://bit.ly/3HJ4RBh
 

Si los independentistas tienen su propio idioma, pues yo también tengo el de mi pueblo.
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