(AZprensa) Como hoy es domingo, vamos a dedicar este
espacio informativo dedicado a la Ciencia y la Salud a algo tan saludable como
es la sonrisa. Para ello vamos a transcribir el texto de la retransmisión en
directo que en su día se hizo de la intervención quirúrgica realizada a
Toribio, un personaje de la novela “El dulce gorjeo del buitre en celo”
(Vicente Fisac, Editorial Bubok).
El original del presente documento, ahora desclasificado
gracias a las gestiones de “AZprensa”, se conserva en los archivos
videográficos del Hospital Central y, en su día, esta intervención quirúrgica
fue retransmitida en directo a numerosos centros sanitarios y facultades de
Medicina de todo el país. Este es el texto:
El quirófano es una auténtica fiesta y se palpa una
enorme expectación: 50 estudiantes de Medicina, varios pacientes en pijama y
zapatillas y un vendedor de bocadillos, observan tras los cristales. En el
quirófano, dos camilleros entran rodando a toda velocidad la cama de Toribio
que es recibido con una gran exclamación de “¡Oooohhhh!”. Luce pijama verde
manzana y gorrito a juego, con goteros astifinos en ambos brazos. Tres
doctores, cuatro residentes de último curso de Medicina, tres enfermeras y una
anestesista hacen el pasillo de honor al Dr. Wilson quien entra
parsimoniosamente colocándose los guantes. Viste de oro y luces (las luces en
la frente para que iluminen bien la zona quirúrgica) y gorro de fantasía con
dibujos de Bugs Bunny. El anestesista comprueba que la perfusión de propofol
(ahora hay que usar propofol genérico porque el auténtico, el Diprivan,
tuvieron que dejarlo de fabricar ante la contundente bajada de precios de los
genéricos). Aunque el propofol genérico no tiene el punto chic que tenía el Diprivan,
surte efecto y el paciente ya está listo para que comience la faena.
El Dr. Wilson realiza una incisión perfecta a la primera
con el bisturí eléctrico que apenas deja caer unas gotas de sangre
inmediatamente coaguladas. El graderío prorrumpe en aplausos. Los ayudantes
abren bien la zona operatoria y el maestro les da una clase magistral: el
esófago está dilatado y contiene jugos gástricos a nivel del esófago medio. El
estómago contiene aproximadamente de 50 a 60 cc de un material similar a la
masa de las pizzas. El duodeno está dilatado
y lleno de un material semilíquido amarillo verdoso,
sin embargo los receptores estomacales se hallan taponados por una sustancia
que extrae hábilmente y sin necesidad de analizarla, la mira y exclama: “esto
es mortadela”.
Se escuchan nuevos aplausos en el graderío al que se ha
ido incorporando más gente hasta alcanzar un lleno total. Junto al vendedor de
bocadillos hay otro que grita “¡patatas fritas, caramelos, chicle
americanoooo!”. La enfermera Fernández (que ya ha hecho ojitos con el Dr.
Wilson) le seca el sudor y se guarda el pañuelo en la entrepierna.
Wilson prosigue la faena, exponiendo a los presentes que
el colon (“Cristóbal” para los amigos) también se halla distendido, con un
brazo señalando a la zona sigmoide terminal como indicando “la culpa es de
esa”. A pesar de la ausencia de cálculos biliares, Wilson calcula por sí mismo
que hay unos 10 cc de bilis marrón amarillenta y muestra al graderío los
nódulos linfáticos porta hepáticos de Toribio.
Ante la expectación general realiza varios cortes y
confecciona con hilo y aguja un cosido primoroso en las zonas que va reparando.
Los doctores que le acompañan siguen su ejemplo sacando del bolsillo sus
bobinas de hilo y aguja para imitar los movimientos artísticos de Wilson. La
enfermera Fernández tiene doloridos los codos de tanto clavárselos en el
estómago a todos los que osan acercarse al maestro ya que ella quiere mantener
su posición de privilegio en primera fila.
Finalmente, y tras más de dos horas de intervención, con
varios bises, el Dr. Wilson se sacude las manos y dice “That’s all folks” que
quiere decir: “la intervención ha sido un éxito y es posible que el paciente se
salve, aunque de momento está en coma inducido. Gracias a todos y hasta luego
Lucas”.
Todos se quedan mirando unos a otros tratando de
averiguar quién es Lucas, porque no han comprendido el sentido del humor de
Wilson; no obstante, cuando este se retira, todo el graderío se pone en pie, se
escuchan olés y vítores y hasta alguna lágrima emocionada resbala por los
lagrimales que la enfermera Fernández, instintivamente, se enjuga con el
pañuelo del sudor de Wilson que se había
guardado de recuerdo… en la entrepierna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario