lunes, 17 de enero de 2022

Esta cabina… ¡me la llevo a la oficina!

(AZprensa) Hoy día todo el mundo tiene móvil, pero hace unas décadas no existían, y si alguien tenía que hacer alguna llamada por teléfono tenía que irse a la calle a una cabina. Pero ¿y si no había ninguna cerca? Pues la única opción sería muy drástica: arrancar una cabina telefónica y llevártela a donde quisieras, en este caso al lado de tu casa o de tu oficina. Diréis que estoy exagerando, pero resulta que aunque parezca increíble hubo un día en que yo me llevé una cabina telefónica a la oficina. Esta es la historia…
 
Siempre me ha gustado ser innovador en mi trabajo (primero como publicitario y después como periodista). Cuando me dedicaba a la publicidad y creaba campañas de publicidad para todos los medios de comunicación, buscaba siempre la forma de sorprender al cliente potencial para captar su atención, primero, y su interés, después.
 
Entre los diferentes medios de comunicación utilizados habitualmente en aquella época (década de los 80’) destacaba la utilización de las cabinas telefónicas ya que permitían colocar tus mensajes en sitios estratégicos muy frecuentados, elegir los pueblos, ciudades y barrios que quisieses (sobre todo si lo hacías con bastante antelación como era en mi caso) y además tenían un coste muy asequible. Pero en la mayoría de los casos, las empresas que se anunciaban allí se limitaban a pegar unos carteles en sus paredes, algo que a mí me parecía muy poco original y muy poco llamativo.
 
Por eso pensé que las cabinas telefónicas no debían ser sólo un soporte donde pegar carteles sino que ellas mismas debían formar parte del anuncio. ¿Cómo lograrlo? Transformándolas en parte del anuncio mediante la sustitución de los clásicos carteles de papel por unas láminas de vinilo transparente en donde se imprimía parte del anuncio. Un ejemplo fue este:
 
El producto a anunciar era “Ferrozel”, un preparado de hierro para dar mayor vigor a los cultivos (frutales, huerta, cítricos, vid, etc.) logrando así frutos más sanos y en consecuencia mayor y mejor cosecha para el agricultor y mayores ingresos económicos. Eso daba pie a jugar con el símil de considerar a “Ferrozel” como una caja fuerte en donde el agricultor guardaría sus ganancias, en este caso, frutos y frutas de más calidad y precio. Y así lo hice, transformando las cabinas telefónicas en una caja fuerte en donde podían verse unos preciosos frutos en su interior y el logotipo del producto.
 
Para tan sorprendente idea había que sorprender igualmente al Comité de Dirección de la empresa y por ello pensé que en vez de mostrarles unas diapositivas o unos bocetos de la campaña, lo mejor sería llevarles una cabina telefónica entera hasta la misma puerta de la oficina.
 
Tras hablarlo con los responsables de Cabitel (la empresa de Telefónica que gestionaba la publicidad en este medio) accedieron a llevar una cabina telefónica hasta la puerta de la oficina en el día y hora convenido (el día que se celebraba una reunión del Comité de Dirección). Cuando llegó el momento de mi intervención en dicho Comité para presentar la campaña, les dije que no era posible hacerles allí la presentación, que tendrían que bajar ellos a la calle para verla. Con incredulidad y sorpresa, picados por la curiosidad de mi última ocurrencia, bajaron todos hasta la calle sin saber lo que allí se encontrarían… y ante sus ojos apareció una cabina telefónica convertida en caja fuerte.
 
Pudieron comprobar así lo llamativo que resultaba desde fuera, pero también desde dentro, porque cuando alguien entraba para hacer una llamada su cara se veía desde fuera, dando la sensación de que estaba encerrado en una caja fuerte. Como curiosidad diré que la Ley obligaba a que siempre su pudiera ver la cara de la persona que estuviese dentro, por lo que las cabinas no se podían tapar por completo, pero en este caso, justo era eso lo que pretendía: sorprender también con el efecto de una persona encerrada en una cabina-caja fuerte.
 
Esta campaña cubrió de cabinas-cajas fuertes una gran parte de la geografía española, en especial los pueblos agrícolas más importantes y fue todo un éxito. Lo que ya no tuvo tanto éxito fue el interés despertado entre los vecinos del barrio que acudieron contentos por ver por fin una cabina telefónica junto a sus casas… y darse cuenta después que no tenía línea telefónica para hacer llamadas y pocas horas después se la llevaron tal como la habían traído.
 

“Memorias de un Dircom”, las divertidas e incluso educativas anécdotas de un Director de Comunicación a lo largo de su trayectoria profesional.
Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa.
Más información: https://amzn.to/32zBYmg

No hay comentarios: