(AZprensa) Hoy día todo el mundo tiene móvil, pero hace
unas décadas no existían, y si alguien tenía que hacer alguna llamada por
teléfono tenía que irse a la calle a una cabina. Pero ¿y si no había ninguna
cerca? Pues la única opción sería muy drástica: arrancar una cabina telefónica
y llevártela a donde quisieras, en este caso al lado de tu casa o de tu
oficina. Diréis que estoy exagerando, pero resulta que aunque parezca increíble
hubo un día en que yo me llevé una cabina telefónica a la oficina. Esta es la
historia…
Siempre me ha gustado ser innovador en mi trabajo
(primero como publicitario y después como periodista). Cuando me dedicaba a la
publicidad y creaba campañas de publicidad para todos los medios de
comunicación, buscaba siempre la forma de sorprender al cliente potencial para
captar su atención, primero, y su interés, después.
Entre los diferentes medios de comunicación utilizados
habitualmente en aquella época (década de los 80’) destacaba la utilización de
las cabinas telefónicas ya que permitían colocar tus mensajes en sitios
estratégicos muy frecuentados, elegir los pueblos, ciudades y barrios que
quisieses (sobre todo si lo hacías con bastante antelación como era en mi caso)
y además tenían un coste muy asequible. Pero en la mayoría de los casos, las empresas
que se anunciaban allí se limitaban a pegar unos carteles en sus paredes, algo
que a mí me parecía muy poco original y muy poco llamativo.
Por eso pensé que las cabinas telefónicas no debían ser
sólo un soporte donde pegar carteles sino que ellas mismas debían formar parte
del anuncio. ¿Cómo lograrlo? Transformándolas en parte del anuncio mediante la
sustitución de los clásicos carteles de papel por unas láminas de vinilo
transparente en donde se imprimía parte del anuncio. Un ejemplo fue este:
El producto a anunciar era “Ferrozel”, un preparado de
hierro para dar mayor vigor a los cultivos (frutales, huerta, cítricos, vid,
etc.) logrando así frutos más sanos y en consecuencia mayor y mejor cosecha
para el agricultor y mayores ingresos económicos. Eso daba pie a jugar con el
símil de considerar a “Ferrozel” como una caja fuerte en donde el agricultor
guardaría sus ganancias, en este caso, frutos y frutas de más calidad y precio.
Y así lo hice, transformando las cabinas telefónicas en una caja fuerte en
donde podían verse unos preciosos frutos en su interior y el logotipo del
producto.
Para tan sorprendente idea había que sorprender
igualmente al Comité de Dirección de la empresa y por ello pensé que en vez de
mostrarles unas diapositivas o unos bocetos de la campaña, lo mejor sería
llevarles una cabina telefónica entera hasta la misma puerta de la oficina.
Tras hablarlo con los responsables de Cabitel (la empresa
de Telefónica que gestionaba la publicidad en este medio) accedieron a llevar
una cabina telefónica hasta la puerta de la oficina en el día y hora convenido
(el día que se celebraba una reunión del Comité de Dirección). Cuando llegó el
momento de mi intervención en dicho Comité para presentar la campaña, les dije
que no era posible hacerles allí la presentación, que tendrían que bajar ellos
a la calle para verla. Con incredulidad y sorpresa, picados por la curiosidad
de mi última ocurrencia, bajaron todos hasta la calle sin saber lo que allí se
encontrarían… y ante sus ojos apareció una cabina telefónica convertida en caja
fuerte.
Pudieron comprobar así lo llamativo que resultaba desde
fuera, pero también desde dentro, porque cuando alguien entraba para hacer una
llamada su cara se veía desde fuera, dando la sensación de que estaba encerrado
en una caja fuerte. Como curiosidad diré que la Ley obligaba a que siempre su
pudiera ver la cara de la persona que estuviese dentro, por lo que las cabinas
no se podían tapar por completo, pero en este caso, justo era eso lo que
pretendía: sorprender también con el efecto de una persona encerrada en una
cabina-caja fuerte.
Esta campaña cubrió de cabinas-cajas fuertes una gran
parte de la geografía española, en especial los pueblos agrícolas más
importantes y fue todo un éxito. Lo que ya no tuvo tanto éxito fue el interés
despertado entre los vecinos del barrio que acudieron contentos por ver por fin
una cabina telefónica junto a sus casas… y darse cuenta después que no tenía
línea telefónica para hacer llamadas y pocas horas después se la llevaron tal como
la habían traído.
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