(AZprensa) ¿Puede un hongo matar a otro hongo? Y si es así ¿qué
utilidad puede tener para nosotros? Esta es la historia de un descubrimiento
que cambió el mundo de los fungicidas que se utilizan en agricultura para
combatir las enfermedades provocadas por los hongos. Todo comenzó hace 55 años
en la antigua Checoslovaquia…
En aquél país se conocían dos tipos de hongos comestibles
(Oudemansiella mucida y Strobillurus tenacellus), que crecen en la madera en descomposición
que se encuentra en los bosques. Pero hasta entonces nadie había reparado en un
hecho: donde crecían estos hongos no se encontraba ningún otro tipo de hongo a
su alrededor.
No fue hasta la década de los setenta en que se descubrió
cuál era la razón: estos dos hongos segregaban una sustancia que mataba a
cualquier otro hongo que osase crecer en “su territorio” y pudiese, por tanto,
“robarles” la humedad y los nutrientes del entorno. Esa sustancia que actuaba
como fungicida natural (capaz de matar a otros hongos pero no a los hongos que
la segregaban) era el ácido betametoxiacrílico. Los científicos comprendieron
que estaban ante un descubrimiento prometedor ya que podrían utilizar dicha
sustancia para combatir los ataques de hongos en los cultivos agrícolas pero…
no iba a ser todo tan fácil. Se comprobó que dicha sustancia era fotoquímicamente
muy inestable y además extremadamente sensible ante los cambios de temperatura.
No era viable, pues, su comercialización.
Sin embargo unos años más tarde, en 1982, los científicos
de la compañía Zeneca Agrochemicals (ahora Syngenta) lograron descomponer esta
molécula y a partir de ella desarrollaron nada menos que 1.400 variantes hasta
que por fin dieron con una que reunía las condiciones necesarias para su
utilización eficaz en la agricultura: el azoxistrobin. Tan sólo siete años
después (algo que fue posible gracias al excelente perfil eco-toxicológico de
este compuesto) se iniciaron los ensayos de campo y se pudo comprobar cómo
combatía eficazmente los ataques de hongos en una amplia variedad de cultivos
sin perjudicar ni a los cultivos ni al medio ambiente.
Tal como sucedía con ese fungicida natural que segregaban
esos dos hongos, el azoxistrobin tenía un mecanismo de acción similar incluso
en el aspecto de que no se encontraron resistencias al mismo. La nueva molécula
atravesaba con facilidad la pared del hongo patógeno, y penetraba en las
mitocondrias, lugares productores de la energía esencial para la vida del
hongo. Actuando sobre la cadena de transferencia de electrones, la bloqueaban y
frenaban la síntesis de ATP (la energía vital de la planta). Sin energía, el
hongo muere y la planta atacada recupera su actividad normal.
Azoxistrobin revolucionó el campo de los fungicidas
aportando propiedades nunca antes vistas y se ha convertido en un aliado
esencial para proteger los cultivos agrícolas en todo el mundo. Tiene actividad
preventiva (es un potentísimo inhibidor de la germinación de esporas y de los
estadios de desarrollo temprano del hongo) así como curativa y erradicante (es
activo contra los estadios post-germinativos del ciclo de vida de diversas
especies de hongos, manteniendo unos altos niveles de actividad tanto si se
aplica antes o después del ataque de los hongos patógenos).
Otro de los aspectos que más llama la atención es su excelente
perfil toxicológico y medioambiental. Prueba de ello es que su primer registro
se obtuvo en 1998 en Alemania, el país donde la presión del movimiento Verde es
más acusada. Por otra parte la Agencia de Protección Medio Ambiental (EPA,
Environmental Protection Agency) de Estados Unidos concedió tan sólo unos meses
después su autorización en aquél país.
Pocas veces se ha encontrado una compañía de agroquímicos
con un producto de semejantes características, un original y revolucionario
fungicida que, con un mecanismo de actuación diferente a lo conocido hasta
entonces, demostraba su actividad sobre
una amplia variedad de enfermedades (mildiu, oidio, excoriosis, Black-Rot,
alternaría, antracnosis y septoriosis) en más de sesenta cultivos de importancia
comercial.
Hoy día el azoxistrobin ya no es exclusivo de una sola
compañía sino que lo comercializan muchas empresas de agroquímicos, con
distintos nombres comerciales y diferentes concentraciones para adecuarlo, en
cada caso, a una serie concreta de cultivos, pero en su día fue una auténtica revolución
que cambió el mundo de los fungicidas empleados en agricultura.
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