(AZprensa)
La mayor parte de la vida en el mar se encuentra en la superficie iluminada (en
los primeros 200 metros), mientras que el océano profundo (hasta los 4.000
metros de profundidad) está casi desierto, y hasta ahora no se había estudiado la
conexión de las comunidades microbianas a lo largo de la columna de agua.
El
hundimiento de partículas orgánicas formadas en la superficie del mar se
produce a través de la denominada lluvia de partículas, un mecanismo que
transporta material hacia el océano profundo y que, además, juega un importante
papel en el ciclo del carbono, ya que secuestra el carbono en el fondo del
océano e impide que vuelva a la atmósfera.
Las
partículas que caen desde la superficie funcionan como vectores que inoculan
los microorganismos que llevan asociados en el mar profundo. Este mecanismo de
conexión entre superficie y océano profundo a través de partículas es muy
importante, ya que entre el 80% y el 90% de las especies se encuentran en ambas
profundidades. Esta concordancia, sin embargo, es más evidente en el caso de la
comunidad microbiana asociada a partículas de mayor tamaño, que son las que
sedimentan más rápidamente y los microorganismos que llegan desde la superficie
hasta las profundidades marinas determinan la biogeografía microbiana del
océano profundo.
Los
microorganismos dominan la biomasa y la biodiversidad del océano, y tienen un
papel clave en los ciclos biogeoquímicos, como el secuestro de CO2 y la
remineralización de carbono, entre otros. Sin estos procesos no existiría la
vida en la Tierra tal y como se conoce. Por lo tanto, conocer el microbioma del
océano ayuda a entender los procesos biogeoquímicos que ocurren a escala global.
Así
se desprende del estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), cuyos resultados se han publicado en la
revista “Proceedings of the National Academy of Science (PNAS)”.
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