(AZprensa) ¿Puede un cojo saltarse todos los controles
policiales y colarse en una gran empresa a plena luz del día y sin que nadie lo
vea? Pues sí, yo fui testigo de ello. Esta es la historia…
La empresa en la que trabajaba ocupaba un edificio de
siete plantas, el cual formaba parte de un conjunto de cinco edificios a los
que sólo se podía acceder por la entrada principal, custodiada por unos
vigilantes. Cuando se traspasaba ese acceso, había que cruzar un amplio patio
central hasta llegar a nuestro edificio, en el cual había un nuevo control de
entrada en donde estaban nuestras recepcionistas y los correspondientes tornos
de acceso a las diferentes plantas. En total, trabajábamos allí algo más de
cien personas.
Pues bien, uno de nuestros proveedores nos visitaba
regularmente para ofrecer sus servicios, consistentes básicamente en la edición
de libros. Era una de esas viejas glorias de la industria farmacéutica, alguien
que llevaba muchísimos años trabajando con laboratorios y era sobradamente
conocido en todos ellos independientemente de que le hubiesen encargado o no
alguna edición de libros.
Normalmente los proveedores llamaban para pedir cita,
pero él no lo hacía casi nunca sino que aprovechándose de su avanzada edad y de
lo conocido que era en el sector, solía presentarse sin más y –también por
atención a tan peculiar personaje- se le solía hacer un hueco para atenderle y si
uno no podía, pues se lo pasaba a otro o a otro o a otro… en definitiva, de sus
visitas intempestivas nunca se marchaba en balde porque al menos conseguía que
alguien le atendiese.
Un buen día nos avisaron que esa mañana se realizaría un
simulacro de incendio y de evacuación de las oficinas de los cinco edificios de
ese parque empresarial. En un momento determinado de la mañana sonó la alarma y
rápidamente todos dejamos nuestros puestos y salimos de forma rápida v y
ordenada por las escaleras para reunirnos con los empleados de los otros
edificios en el patio central. Mientras todos nosotros permanecíamos allí, los
miembros del equipo de simulacro revisaron todas las instalaciones, para
asegurarse que todo había funcionado perfectamente, que los edificios se habían
evacuado en muy pocos minutos y ya no quedaba nadie dentro de los mismos.
Al cabo de un buen rato, se dio por finalizado el
simulacro y todos volvimos a nuestros respectivos despachos. ¡Cuál no sería
nuestra sorpresa al ver a este personaje en la séptima planta, sentado
tranquilamente en un despacho vacío, esperando que llegase alguien! Pero ¡es
que además se daba la circunstancia que llevaba una pierna escayolada e iba con
una muleta! Pues bien, aun así, y sin que nadie se explicase cómo, este proveedor,
que además esos días estaba cojo porque se había roto una pierna:
1.- Se saltó los controles de entrada (de haberlo visto le habrían dicho que en esos momentos no se podía pasar porque se iba a proceder a un simulacro de incendio).
2.- Atravesó, sin ser visto, el patio central en el que estábamos los más de cien empleados de la empresa, además de los empleados de los otros edificios.
3.- Se saltó el control de entrada a nuestras oficinas, ya que también las recepcionistas participaron en el simulacro.
4.- Se saltó los tornos y subió en ascensor hasta la séptima planta en donde nos esperó, sin que en ningún momento lo viese nadie, ni siquiera los responsables de asegurar que nadie quedaba dentro del edificio.
Cuando nos vio llegar, tanto él como nosotros pusimos
cara de sorpresa. Nosotros por todo lo anteriormente expuesto, y él porque no
entendía por qué no había nadie en la
oficina. Y cuando le preguntamos que cómo había llegado hasta allí, respondió
con toda naturalidad: “Como no vi a nadie pues vine hasta aquí a ver si os
encontraba”.
Desde luego como agente secreto, no hubiera tenido
precio. ¡El hombre invisible… o mejor dicho, el cojo invisible!
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1.- Se saltó los controles de entrada (de haberlo visto le habrían dicho que en esos momentos no se podía pasar porque se iba a proceder a un simulacro de incendio).
2.- Atravesó, sin ser visto, el patio central en el que estábamos los más de cien empleados de la empresa, además de los empleados de los otros edificios.
3.- Se saltó el control de entrada a nuestras oficinas, ya que también las recepcionistas participaron en el simulacro.
4.- Se saltó los tornos y subió en ascensor hasta la séptima planta en donde nos esperó, sin que en ningún momento lo viese nadie, ni siquiera los responsables de asegurar que nadie quedaba dentro del edificio.
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