Resulta que ya no es obligatorio llevar mascarilla cuando se está al aire libre y sin aglomeraciones, por lo que ahora cuando caminan por la calle ven a mucha gente sin mascarilla y eso hace que se dispare su miedo.
Así que si antes iban con miedo por si un virus saltaba sobre ellos y les clavaba los dientes en la yugular, ahora sienten pánico al ver tantos rostros humanos que para ellos no son otra cosa que avisperos de virus.
Igual que las personas que padecen anorexia patológica se miran al espejo y se ven gordas, aunque estén esqueléticas, los covidianos cuando miran a otra persona no ven su rostro sino miles de virus dispuestos a atacarlo.
Los covidianos no razonan y siguen creyendo que los virus son como el polen, que se mantiene flotando en el aire. Y siguen creyendo que son “bichos” sin entender que no pertenecen ni al reino animal, ni vegetal, ni mineral, sino que simplemente son un género distinto formado por sacos de proteínas que cuando entran dentro de un organismo se “autofotocopian” pudiendo causar enfermedades.
Nada de eso entienden. La vida para ellos es un tormento, una auténtica amenaza porque el aire que respiran –aunque estén solos en la cumbre más alta de una montaña- está plagado de virus que quieren matarlos. Así que ahora, con más gente sin mascarilla por la calle, sus vidas se han convertido en un infierno.
Si te vas a cruzar por la calle con algún covidiano, ten un poco de humanidad y apártate de él, no vaya a ser que le dé un infarto si pasas muy cerca y luego el forense diga que ha muerto de COVID-19 aumentando así esta rueda sin fin.
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