(AZprensa) Alentadas por los Gobiernos de todo el mundo que tratan de imponer el pensamiento único para lograr los objetivos del globalismo de la “Agenda 2030” (“No tendrás nada y serás feliz”… aunque se les olvida añadir: “porque nosotros nos quedaremos con todo”) las redes sociales, al igual que ya lo hicieron antes los medios de comunicación, se han arrodillado ante el poder y han accedido a ser sus lacayos. Como tales, han empezado a aplicar la más brutal e inmoral censura que nunca pudimos imaginar en un mundo que parecía ser cada vez más libre.
Youtube, Twitter, Facebook… todas las redes sociales en general han empezado utilizando el “interés general de la pandemia” para censurar todas las opiniones disidentes de la línea marcada por los Gobiernos. Daba igual que dichas opiniones proviniesen de expertos y prestigiosos sanitarios, que estuviesen avaladas por múltiples ensayos clínicos y publicaciones en revistas científicas… daba igual; tenía más valor la aberrante opinión de un indocumentado tertuliano de televisión que la de quienes de verdad sabían del tema pero discrepaban de la versión oficial.
Ejemplo reciente: la censura del vídeo con la intervención del farmacólogo Joan Ramón Laporte en el Congreso de los Diputados. Pero ha habido muchos más, silenciando y ridiculizando a quienes discrepaban.
Pero ese fue el comienzo, porque ahora las redes sociales no sólo censuran todo lo que va en contra de la versión oficial sobre el COVID-19 sino que ahora censuran todo lo que les da la gana. Por ejemplo: si en Facebook escribes algún comentario citando el nombre comercial, es probable que te lo censuren. Ya está sucediendo y son muchos los que se han quejado de esto. Y da igual que sean informaciones realizadas por farmacéuticos o médicos, que sean divulgativas, etc. En este caso lo que parece que no quieren es publicidad… Mejor dicho, lo que no quieren es “publicidad de la que ellos no obtengan ningún beneficio”.
Su hipocresía es tal que al mismo tiempo que censuran este tipo de informaciones que a ellos no les reporta ninguna comisión, sí que dan cabida a publicidad engañosa que claramente les ha pagado unas buenas tarifas. Y en otras ocasiones, disfrazados de usuarios normales, nos presentan anuncios engañosos que consiguen difusión masiva y repetida porque, para eso han pagado a la red social.
Por ejemplo, puedes ver cómo te anuncian todo tipo de productos estilo “teletienda” que no sirven para nada y que en muchísimos casos ni siquiera te los entregan; vamos, que se quedan con el dinero y no te envían el artículo o cuando este te llega no se ajusta en absoluto a lo que anunciaban.
También proliferan anuncios con la foto de algún famosos (que utilizan sin su consentimiento) poniendo en boca del mismo que te vas a hacer rico si ahora inviertes en tal criptomoneda o lo que sea. El presentador de “El Hormiguero”, Pablo Motos, ya denunció en su día que estaban utilizando su imagen y había intentado localizar y denunciar a los autores de esos anuncios fraudulentos, y no le sirvió de nada porque radican en terceros países escondidos tras un laberinto de falsas identidades y empresas.
En esto se han convertido las redes sociales, unas más (Facebook y Youtube) que otras (Twitter). Las redes sociales que impiden que científicos de reconocido prestigio se pronuncien en contra de la línea oficial del coronavirus, permiten anuncios con suplantación de identidad para embaucarte en inversiones que son una clara estafa. Esas mismas redes sociales que borran tus comentarios cuando citas alguna marca comercial, son las mismas que incluyen anuncios de la más falsa “teletienda”.
Seguimos picando en las redes sociales, creyendo que son ese punto de encuentro para compartir sucesos y opiniones, pero si eso que compartimos no es lo que la “Agenda 2030” espera de nosotros, será borrado más tarde o más temprano. Y digo lo de tarde o temprano porque –como ha denunciado algún usuario de Facebook- unas veces los borran de inmediato y otras veces hacen una prospección de tu histórico de publicaciones y comienzan a borrar cosas antiguas.
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