jueves, 8 de noviembre de 2018

El año que viene llegaremos a Bennu


(AZprensa) La última vez que el ser humano viajó al espacio y regresó de él con rocas de un mundo lejano fue en diciembre de 1972, gracias a la misión Apolo XVII, la última de las siete que consiguieron aterrizar y regresar después a nuestro planeta. Han pasado ya 44 años y ahora, por fin, vamos a aterrizar en un cuerpo celeste para tomar muestras de su superficie y regresar con ellas a la Tierra en donde podrán ser analizadas, aunque en este caso el viaje no lleva tripulación.

La nave OSIRIS-REx (Regolith explorer) es del tamaño de un automóvil pequeño y ya se está acercando al asteroide Bennu, en el que aterrizará este próximo año. Según los responsables de la NASA “esta misión representa una valiosa oportunidad para aprender más sobre los orígenes de nuestro sistema solar, las fuentes de agua y moléculas orgánicas en la tierra y los riesgos y recursos en el espacio cercano a la tierra”.

Bennu es un asteroide de unos 490 metros de diámetro que tarda 436 días en completar una órbita alrededor del Sol y que, en algunos momentos de la misma, se coloca por dentro de nuestra propia órbita, aunque sin peligro de colisión ya que está en diferente plano orbital.

La sonda recogerá unos 60 gramos de polvo de este asteroide con un brazo robótico y lo traerá de vuelta a la Tierra para que sea analizado aquí. Aunque la llegada al asteroide está prevista para el año 2019, el regreso será para el año 2023, y es que las distancias en el Universo nos demuestran lo pequeños e insignificantes que somos, aunque no por eso menos atrevidos.

En la imagen, el asteroide Bennu y un esquema de su órbita

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