(AZprensa)
El pasado 17 de noviembre publicábamos en "AZprensa" las cifras relativas al
sacrificio de animales con fines científicos, recogiendo los datos de un
informe del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente,
de España. Esas cifras reflejaban que el último año se sacrificaron 803.000
animales con fines científicos.
La
pregunta es: “¿Sigue siendo necesario –hoy día- el sufrimiento y el sacrificio
de los animales de experimentación?” Son numerosas las voces que se levantan en
contra de la experimentación animal. Porque no solo se trata de probar en
animales la eficacia y seguridad de futuros fármacos, sino que también se
someten a estas pruebas productos químicos destinados a otros usos menos
trascendentes. En cualquier caso, son las propias autoridades sanitarias
quienes exigen estas pruebas con vistas a garantizar la seguridad en el ser
humano de estos productos, bien sea para su manipulación o para su consumo.
Para
las compañías comerciales, muchas de estas pruebas suponen un considerable
coste y demora en el lanzamiento de sus nuevos productos; pero para los
animales supone con frecuencia la muerte precedida además de grandes
sufrimientos.
Diversas
directivas van entrando en vigor para controlar estas prácticas y, poco a poco,
se va tomando conciencia de la necesidad de sustituir los métodos tradicionales
de experimentación animal, con objeto de librar del sufrimiento y la muerte a
miles de animales que cada año son sacrificados en los laboratorios de todo el
mundo.
Cualquier
sustancia química que sea dañina para un organismo, produce en las células del
tejido o tejidos afectados unos huecos o espacios vacíos, lo que modifica la
resistencia eléctrica de dichos tejidos.
Pues
bien, a partir de ahí, el Dr. William M. Miller, de la Universidad de
Northwestern (Chicago, Estados Unidos), desarrolló hace unos años un sistema de
medición del grado en que dichas células son afectadas por las sustancias
químicas dañinas a diferentes concentraciones. El sistema de este ingeniero
bioquímico permite así evaluar la toxicidad de una sustancia midiendo los
cambios que se producen en la resistencia eléctrica de una simple sección de
tejido que, previamente, haya sido expuesta a la sustancia objeto de análisis.
El
primer experimento realizado con dicha técnica se hizo sobre tejido renal y
resultó satisfactorio, demostrando la validez de los datos aportados por este
nuevo sistema en comparación con las pruebas convencionales. El coste de
construcción de un equipo de estas características tampoco sería excesivamente
elevado, pudiendo rondar los 20.000 euros.
Afortunadamente,
la concienciación sobre estos temas ha promovido una mayor investigación por
parte de científicos y compañías lo que ofrece un futuro más esperanzador para todos los animales de experimentación.
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