jueves, 22 de noviembre de 2018

Sí se puede acabar con la experimentación animal


(AZprensa) El pasado 17 de noviembre publicábamos en "AZprensa" las cifras relativas al sacrificio de animales con fines científicos, recogiendo los datos de un informe del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, de España. Esas cifras reflejaban que el último año se sacrificaron 803.000 animales con fines científicos.

La pregunta es: “¿Sigue siendo necesario –hoy día- el sufrimiento y el sacrificio de los animales de experimentación?” Son numerosas las voces que se levantan en contra de la experimentación animal. Porque no solo se trata de probar en animales la eficacia y seguridad de futuros fármacos, sino que también se someten a estas pruebas productos químicos destinados a otros usos menos trascendentes. En cualquier caso, son las propias autoridades sanitarias quienes exigen estas pruebas con vistas a garantizar la seguridad en el ser humano de estos productos, bien sea para su manipulación o para su consumo.

Para las compañías comerciales, muchas de estas pruebas suponen un considerable coste y demora en el lanzamiento de sus nuevos productos; pero para los animales supone con frecuencia la muerte precedida además de grandes sufrimientos.

Diversas directivas van entrando en vigor para controlar estas prácticas y, poco a poco, se va tomando conciencia de la necesidad de sustituir los métodos tradicionales de experimentación animal, con objeto de librar del sufrimiento y la muerte a miles de animales que cada año son sacrificados en los laboratorios de todo el mundo.

Cualquier sustancia química que sea dañina para un organismo, produce en las células del tejido o tejidos afectados unos huecos o espacios vacíos, lo que modifica la resistencia eléctrica de dichos tejidos.

Pues bien, a partir de ahí, el Dr. William M. Miller, de la Universidad de Northwestern (Chicago, Estados Unidos), desarrolló hace unos años un sistema de medición del grado en que dichas células son afectadas por las sustancias químicas dañinas a diferentes concentraciones. El sistema de este ingeniero bioquímico permite así evaluar la toxicidad de una sustancia midiendo los cambios que se producen en la resistencia eléctrica de una simple sección de tejido que, previamente, haya sido expuesta a la sustancia objeto de análisis.

El primer experimento realizado con dicha técnica se hizo sobre tejido renal y resultó satisfactorio, demostrando la validez de los datos aportados por este nuevo sistema en comparación con las pruebas convencionales. El coste de construcción de un equipo de estas características tampoco sería excesivamente elevado, pudiendo rondar los 20.000 euros.

Afortunadamente, la concienciación sobre estos temas ha promovido una mayor investigación por parte de científicos y compañías lo que ofrece un futuro más esperanzador  para todos los animales de experimentación.

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