(AZprensa) En la Antártida, las comunidades de las
personas que trabajan allí, apenas se componen de unos pocos individuos, nunca
más de 40 y con frecuencia bastantes menos. La convivencia durante tantos
meses, en ese entorno monótono, cerrado y desapacible, con presencia cercana,
escasa intimidad, etc., provoca roces y todo tipo de problemas sociales que
deben solventar buenamente por ellos mismos ya que no existe ninguna autoridad
externa. Cosas tan sencillas como degustar un tomate o unas hojas de lechuga,
constituyen todo un acontecimiento, y por la misma razón, cualquier tontería
puede dar lugar a la más enconada y absurda discusión.
Este es el ambiente general, pero ¿qué decir de lo
relacionado con la salud y la enfermedad en estas condiciones? Ejercer la
medicina cuando la temperatura oscila entre –30º C y –70º C la mayor parte del
año, tal como sucede en la Antártida, no resulta nada fácil. Para empezar, allí
no hay ningún comité médico que supervise las actuaciones, nadie estudia la seguridad
de los atípicos procedimientos médicos que suelen utilizarse aunque dichos
conocimientos van pasando de unos médicos a otros según se van dando el relevo,
y para colmo, el mejor informe médico disponible es el “Manual Polar” de la
Marina de los Estados Unidos, editado el año... 1965!
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