sábado, 15 de abril de 2023

Un planeta desconocido: La Tierra hueca

(AZprensa) Han sido varios los novelistas que, con mayor o menor acierto, nos han hablado de “La Tierra hueca”. De todos es conocido el famoso libro “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne, pero hay otra novela, más desconocida, que es la que ahora quiero comentar y explica con más detenimiento cómo es ese mundo interior. El novelista es muy famoso, Edgar Rice Burroughs. Dicho así es posible que pocos puedan saber a quién me refiero, pero si digo que es el autor de las novelas de Tarzán, seguro que todos sabrán de quién estoy hablando. Pues bien, Burroughs no sólo escribió las novelas de Tarzán, sino muchas otras novelas, siendo también populares las que escribió en torno al planeta Marte y cómo un americano se ve proyectado mentalmente a dicho plantea y vive allí las más increíbles aventuras. Ahora bien, tuve la suerte de descubrir otra novela más desconocida de este autor: se titula “Aventura en el centro de la Tierra” (“At the earth’s core”) y se editó en 1914. En esta novela, el protagonista viaja en una gigantesca y ultramoderna excavadora y penetra con ella en el interior de la Tierra. Su objetivo final es el descubrimiento de yacimientos minerales, pero en su primer viaje de exploración no puede detener su avance y la máquina continúa penetrando en la corteza terrestre hasta que aparece en un mundo interior. Son muy ilustrativos algunos pasajes de esta novela, tal como exponemos a continuación.
 
Así explica el científico creador de dicha máquina perforadora a su acompañante cómo y a dónde han llegado: “Sé exactamente dónde nos encontramos. ¡Hemos hecho un descubrimiento maravilloso! Hemos probado que la Tierra es hueca. Hemos atravesado totalmente la corteza terrestre y arribado a un mundo interior. Nuestra excavadora nos llevó a través de 400 kilómetros por debajo de nuestro mundo externo. En ese punto llegó al centro de gravedad de la corteza, de 800 kilómetros de espesor. Hasta ese momento habíamos estado descendiendo, aunque la dirección, claro está, es relativa. Luego cuando los asientos oscilaron –lo que te llevó a pensar que habíamos dado la vuelta y que volvíamos a la superficie- pasamos el centro de gravedad y, aunque no cambió la dirección en que avanzábamos, estábamos en realidad dirigiéndonos hacia arriba, hacia la superficie del mundo interior”.
 
Al llegar y contemplar ese mundo, notan algo extraño: “Cuando me puse a observar con detenimiento, comencé a advertir la rareza del paisaje que me había obsesionado desde el principio con una alucinante impresión de lo sobrenatural: ¡no había horizonte! Hasta donde podía verse, el mar se prolongaba con los islotes que flotaban en su seno, los más lejanos, reducidos a diminutos puntos; pero detrás de ellos seguía infinitamente el mar, hasta que la sensación de estar mirando hacia arriba, hasta el punto más lejano, parecía muy real. La distancia se perdía en la distancia misma. Eso era todo: no había un trazo horizontal definido que marcara la pendiente del globo al hundirse bajo la línea de la visión”.
 
Pero, con todo, lo más extraño y sorprendente es que dicho mundo interior tenga luz, tenga sol. Así lo explica el protagonista: “No es el mismo sol del mundo exterior el que nosotros vemos. Es otro sol, totalmente distinto, que arroja su eterno resplandor de mediodía sobre la faz de esta Tierra interior. Hace varias horas que estamos aquí y sin embargo todavía es mediodía. Es muy simple. La Tierra fue al principio una masa nebulosa, se enfrió, y a medida que se enfriaba se encogía. Al final, una delgada capa de corteza sólida se formó sobre la superficie externa. Era una especie de cáscara; pero adentro contenía materia parcialmente derretida y gases altamente dilatados. A medida que seguía enfriándose ¿qué ocurría?  La fuerza centrífuga arrojaba rápidamente las partículas del núcleo nebuloso hacia la corteza donde se iban solidificando. Habrás visto el mismo principio, en la práctica, en una máquina de separar crema. Al poco tiempo, pues, quedó sólo un núcleo sobrecalentado de materia gaseosa dentro de un enorme vacío provocado por los gases que se contraían y se enfriaban. La idéntica atracción ejercida por la corteza maciza desde todas direcciones mantuvo a ese núcleo en el centro exacto de la esfera hueca, y lo que queda de él es el sol que ves ahora: una cosa relativamente pequeña en el centro de la Tierra, que emite su luminosidad perpetua y su calor tórrido en forma pareja a todas las zonas de este mundo interior. Debe haber pasado mucho tiempo después que apareció la vida en el exterior, para que esta parte interna se enfriara lo suficiente y también hubiese vida en ella. Pero es evidente que los mismos agentes afectaron a ambos mundos”…
 

Hay otros mundos, pero están en este…
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