(AZprensa) Aunque vivimos en este planeta y creemos
conocerlo todo, resulta que la Tierra sigue siendo un planeta desconocido. En
esta nueva serie que iniciamos hoy, iremos desvelando algunos de los aspectos
menos conocidos y más sorprendentes del suelo que pisamos.
El fondo del mar es un ejemplo. Cada vez que un batiscafo
se sumerge en las profundidades o un submarinista bucea por aguas poco
exploradas, se descubren nuevas formas de vida. En lo más profundo de las fosas
marinas, a muchos kilómetros de profundidad y con una oscuridad absoluta,
existen seres vivos, y cuando en esas profundidades se generan fumarolas, la
luz y calor que desprenden hace que al poco tiempo florezca alrededor una
colonia insospechada de las más diversas formas vivientes. En condiciones de
presión, ausencia de luz y temperatura tan poco propicia, la vida encuentra la
forma de abrirse camino.
Ya en tierra firme, hay regiones como las minas de
Riotinto (Huelva, España) altamente contaminadas, en donde nadie creería
posible encontrar vida, y sin embargo los científicos no salen de su asombro al
contemplar (ver imagen) cómo florecen numerosos microorganismos e incluso
algunos otros seres multicelulares son capaces de soportar tan inhóspitas
condiciones.
En el año 2014, el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) hizo público el descubrimiento de un gran ecosistema de
organismos extremófilos que viven a 150 metros de profundidad en la mina de Las
Cruces (Sevilla). El trabajo, publicado en la revista “Nature Communications”,
expone que la gran actividad microbiana que ha tenido lugar en los últimos 5 millones
de años en la zona ha sido capaz de formar un yacimiento mineral inédito en el
mundo. Además, los autores creen que la biomasa subterránea de la Tierra podría
ser mucho mayor de lo que se pensaba y que situaciones similares podrían estar
sucediendo en Marte y en otros planetas.
“Hemos encontrado evidencias geológicas y geoquímicas de
la existencia de un bio-reactor gigante en el subsuelo de la Faja Pirítica
Ibérica. Se trata de una colonia de organismos capaces de vivir en condiciones
extremas. Se alimentan de restos de materia orgánica simple, como metano y
otros hidrocarburos, y, ante la ausencia de oxígeno atmosférico, respiran
gracias al sulfato presente en su entorno”, explica el investigador del CSIC
Fernando Tornos, del Instituto de Astrobiología, centro mixto del CSIC y el
Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial.
Este tipo de alimentación y respiración provoca
importantes cambios químicos en el hábitat donde viven dichas bacterias y ha
dado lugar a la formación de varios millones de toneladas de rocas ricas en
carbonatos, galena y minerales de hierro, plata y oro.
“Las Cruces es probablemente uno de los mejores y casi
únicos ejemplos a escala mundial de cómo la vida modifica y modela una
mineralización. Es un proceso reciente, que puede que siga ocurriendo ahora, y
nos muestra lo importante que es la función de las bacterias en la química de
los ambientes subterráneos. Puede que la vida primigenia en la Tierra se diera
en escenarios similares y que lo mismo esté sucediendo en Marte y otros
planetas”, añade el investigador del CSIC Antonio Delgado, del Instituto
Andaluz de Ciencias de la Tierra.
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