jueves, 13 de abril de 2023

Un planeta desconocido: Lluvia de virus extraterrestres

(AZprensa)
El estudio de los meteoritos (rocas que caen a la Tierra desde el espacio) proporciona numerosa información para comprender mejor nuestro planeta y cómo se desarrolló la vida, pero encontrarlos no es tarea fácil... salvo que te vayas a la Antártida. Allí las duras condiciones climáticas (clima seco y helado) hacen que conserven sus propiedades sin verse alterados por el entorno, y además los movimientos de las capas de hielo llegan a concentrar los meteoritos en ciertos lugares, haciendo relativamente fácil para los científicos encontrarlos. Por este motivo la NASA, la National Science Foundation (NSF) y la institución Smithsonian (SI) han renovado en el año 2016 su acuerdo para buscar, recoger y analizar meteoritos antárticos en una alianza conocida como ANSMET.
 
Los meteoritos allí encontrados son representativos de los objetos que de forma constante a lo largo de la historia han caído sobre la Tierra. La mayor parte de ellos proceden de la Luna, del cinturón de asteroides o de Marte, pero ¿cómo podemos saber si un meteorito procede de Marte? Sencillamente estudiando sus edades y composiciones, y comparando sus propiedades con las obtenidas por las misiones robóticas de Estados Unidos en la superficie del planeta vecino.
 
El estudio de estos cuerpos celestes puede dar muchas respuestas sobre la formación de nuestro sistema solar y sobre la aparición de la vida en la Tierra, pero también plantean nuevas preguntas. Según el científico del Smithsonian, Tim McCoy, "los meteoritos antárticos plantean nuevas preguntas acerca de la formación e historia temprana de nuestro sistema solar” y añade que “algunas de estas preguntas están impulsando nueva exploración del sistema solar por misiones de la NASA".
 
Y de todo eso que nos queda por aprender, encontramos una buena muestra en la diversidad biológica de microorganismos y virus que viven y proliferan tanto en el Polo Norte como en el Polo Sur. Bajas temperaturas, ausencia de luz en invierno y pocos nutrientes son las condiciones extremas a las que se enfrenta la compleja comunidad de virus que habita el Ártico. Investigadores del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y la Universidad Autónoma de Madrid, han descrito la composición genética de los virus presentes en lagos árticos. El trabajo, publicado en la revista “Science Advances”, demuestra que la gran mayoría de virus descritos no tiene similitudes con los de otros ambientes naturales, ni siquiera con los de la Antártida, adaptados a similares condiciones climáticas extremas. Los virus son las entidades biológicas más abundantes y diversas del planeta, pero al mismo tiempo son los grandes desconocidos en muchos ecosistemas, y ahora se han comprobado las enormes diferencias que existen entre los hallados en el Ártico y los encontrados en el Antártico.
 
Los investigadores han determinado más de 35 millones de secuencias de los genomas de estos virus. “Nueve de cada diez no tienen parangón con los virus descritos hasta el momento en diferentes ambientes naturales”, explica el investigador del CSIC Daniel Aguirre de Cárcer, y añade que este estudio “demuestra que los virus que habitan los ambientes extremos de las regiones polares podrían haber evolucionado de forma independiente en la historia reciente, un dato de gran relevancia para entender las interconexiones de los ecosistemas del planeta”.
 
Los experimentos se han llevado a cabo en colaboración con el Centro Universitario de Svalbard (Noruega) en lagos del archipiélago Svalbard, a 1.300 kilómetros del Polo Norte y una de las últimas tierras antes del océano glacial ártico. El conocimiento de esta comunidad de virus permitirá evaluar en futuros estudios el impacto del cambio climático en los microorganismos de las regiones polares.
 

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