sábado, 18 de febrero de 2023

El premio injusto

(AZprensa) ¿Te imaginas un concurso donde todos los premios son una mierda y donde lo verdaderamente importante es reír y aprender? Pues así preparé para una Convención de Ventas, un concurso que desgraciadamente no llegó a celebrarse nunca porque unos meses antes de dicha Convención me cambié de compañía, pasando de la división de agroquímicos (ICI-Zeltia) a la división de farmacia (ICI-Farma) que a partir de mi llegada se llamaría Zéneca Farma. Pero como aquél concurso que nunca llegó a celebrarse era tan genial, no me resisto a recordarlo y compartirlo por si alguien quiere copiar la idea. No hay problemas con el copyright; cedo gratuitamente los derechos.
 
Era práctica habitual en reuniones de trabajo o convenciones, organizar algún concurso para que los vendedores aprendiesen bien los productos al mismo tiempo que se divertían y, por añadidura, algunos se llevaban un premio. Por aquellos años hacía furor en televisión el concurso titulado “El precio justo”, presentado por Joaquín Prat y con la inconfundible voz en off de Primitivo Rojas. Se mostraban a los concursantes los más variados artículos para que adivinasen el precio o se aproximasen lo más posible a él, pero sin pasarse. Al final había un escaparate con muchos regalos que podían incluir hasta un coche y un apartamento, y los concursantes debían adivinar el precio global de todo ese escaparate. (Hace muy poco se volvió a emitir este concurso en televisión aquneu ahora ya no alcanzó tanto éxito).
 
Basándome en esta idea y en colaboración con mis adjuntos, Javier Cebrián y Carmen Iglesias, ideamos un concurso que se llamaría “El premio injusto”. Pretendíamos con ello entretener y divertir a la audiencia (la Red de Ventas) en la Convención que estaba previsto celebrar varios meses más adelante. Se establecerían equipos y cada equipo elegiría a su representante para participar. Se les harían preguntas relacionadas con la empresa y sus productos y el que sumase más aciertos ganaría el “escaparate final” que no era otra cosa que toda una serie de regalos de ínfimo valor pero presentados con toda la parafernalia de los grandes premios.
 
En la primera fase, cada pregunta tenía cuatro respuestas posibles, de las cuales una era la verdadera, dos falsas y una cuarta disparatada para mover a las carcajadas del público. Para daros una idea de cómo eran esas preguntas, recuerdo en concreto dos de ellas:
 
¿Cuántos habitantes hay en O Porriño?
A.- 15.000
B.- 20.000
C.- 30.000
D.- 5 millones
(En este pueblo estaba la fábrica de ICI-Zeltia y tiene 20.000 habitantes)
 
¿Cuándo alcanzan la madurez los trips?
A.- Una semana
B.- Dos semanas
C.- Nueve semanas y media.
D.- Nunca, son unos irresponsables.
(Son unos insectos muy pequeños, de 1 a 3 mm, que atacan cultivos como tomates, cebollas, pepinos, etc. y alcanzan la madurez a los 15 días)
 
Se harían varias tandas de preguntas hasta tener un ganador al que se ofrecería un escaparate plagado de “regalos” como estos:
“Un metro de medir, flexible, con 100 centímetros de longitud, con el que podrá medir todo aquello que desee y presumir ante sus amistades de la exactitud de sus conocimientos métricos.
Una camiseta de batalla, que luce orgullosa las manchas y los rotos de una vida activa y aventurera, para que se sienta como un auténtico héroe.
Unos prismáticos, ligeros y portátiles, que pueden cogerse con una sola mano y que alcanzan tan lejos como su vista.
Un mono de trabajo, de un color amarillo chillón muy discreto, con el que conseguirá ser visto a gran distancia, resaltando así como un gran trabajador”.
 
Y así un sinfín de premios absurdos presentados en forma rimbombante, haciendo creer a la audiencia que al final habría algún premio “de verdad”. Y ese premio final era el siguiente:
 
“Y finalmente el premio más esperado por todos, un billete con el que podrá viajar hasta Costa Rica, Colombia, Bilbao, Gran Vía, Sol, Cuatro Caminos, Atocha o cualquiera de las más de 200 estaciones que componen la red de Metro de Madrid”.
 
Con el guion terminado, fuimos a un estudio de sonido para grabar la locución precisamente con el mismo locutor del programa de televisión. Recuerdo que Primitivo Rojas –con el que ya había trabajado para grabar otros anuncios de la empresa- le echó un vistazo al guion y empezó su locución en plan de broma. “¡Alto! ¡Para!”, le dije. Salió de la cabina y le expliqué que efectivamente todo el concurso era en plan de cachondeo  pero que la gracia estaba en que pareciera un concurso “normal”, con premios “normales” y que por tanto debía decirlo todo muy en serio para que el contraste de lo que decía con las imágenes de los premios que se irían mostrando hiciese brotar las carcajadas. Primitivo se arremangó la camisa y dijo muy decidido “¡vamos a ello!” y a fe que lo bordó. La locución quedó perfecta, exactamente igual que la de “El precio justo” a pesar de lo disparatado del guion.
 
Todo aquello se pergeñó en octubre de 1992 y apenas unas semanas después yo pasé de la división de agroquímicos a la de farmacia, por lo que este concurso nunca llegó a realizarse. Dejo aquí para la posteridad la “Ficha técnica” que preparé para el mismo:
 
“Preparado en octubre de 1992, “El Premio Injusto” puede considerarse como la obra póstuma -y cumbre al mismo tiempo- del Departamento de Publicidad (al completo) de ICI-Zeltia.
La vida es un juego que a veces nos premia de manera injusta, por lo que se hace necesario mirar más allá y valorar no lo que tenemos o conseguimos sino lo que somos y damos a los demás.
En este concurso todos los regalos son una mierda (como en la vida misma), sin  embargo la ilusión  y  el sentido del  humor  los transforman en algo mágico que transmite su alegría e ilusión. Así, el verdadero premio no es haber alcanzado el final, sino haber recorrido y compartido un mismo camino”.
 
Guión: Vicente Fisac
Dirección artística: Javier Cebrián
Atrezzo y supervisión general: Carmen Iglesias
Locución: Primitivo Rojas
Sonido: Carlos González Infante
y con la sufrida colaboración de Lydia Palomino y su camiseta de batalla.
Exteriores rodados en el Parque Juan Carlos I (Madrid) una soleada mañana de otoño de 1992.
 


Las divertidas, insólitas e incluso instructivas anécdotas de un Director de Comunicación que pasó por Zeltia, Syngenta, Bristol Myers, AstraZéneca y el Consejo General de Colegios de Médicos.
“Memorias de un Dircom” https://amzn.to/32zBYmg

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