domingo, 19 de febrero de 2023

La Publicidad es una ciencia moderna... que nació hace 1.000 años

(AZprensa) Si uno indaga en los orígenes de la Publicidad, descubre que lo que hoy entendemos como Publicidad (es decir, la Publicidad moderna) surgió en Estados Unidos y el Reino Unido a finales del siglo XVIII durante la revolución industrial. Más adelante se dio oficialidad a esta disciplina y se crearon los estudios reglados como una carrera universitaria más.
 
Por lo que se refiere a España y al reconocimiento de la Publicidad como carrera profesional, hay que remontarse al año 1964 cuando se crean el Instituto Nacional de Publicidad y la Escuela Oficial de Publicidad, impartiéndose en esta última los primeros cursos oficiales de  esta carrera.
 
De allí, de la Escuela Oficial de Publicidad, salieron las cinco primeras promociones de “Titulados en Publicidad”, a los que se reconocería su equiparación profesional con los “Licenciados en Publicidad” que surgirían a partir de la aprobación, en 1.971, de las facultades de Ciencias de la Información que abarcaban en aquél momento tres ramas o secciones: Publicidad, Periodismo y Ciencias de la Imagen Visual y Auditiva.
 
Vemos, pues, cómo la Publicidad es una ciencia moderna y sin embargo, alguna vez encontramos en años y siglos anteriores, ejemplos de las más depuradas técnicas publicitarias. Una de ellas –la que vamos a comentar ahora- nos lleva muy atrás en el tiempo, nada más y nada menos que 1.000 años atrás.
 
Hay un ejemplo muy significativo de cómo hace 1.000 años los vikingos ya sabían y utilizaban la Publicidad:
 
En torno al año 970 nació Leifur Eiriksson en Haukadalur, en el oeste de Islandia. Siempre mostró su deseo de aventura y de explorar y descubrir nuevos lugares. En una de sus travesías por el mar llegó a Groenlandia y pensó que aquél era un buen lugar para establecerse y surgió en él la idea de convencer a otros islandeses para que siguieran su ejemplo y se instalasen en aquellas tierras.
 
Sin embrago no debía estar muy convencido de que aquellas nuevas tierras en donde los glaciares permanentes ocupan prácticamente toda la superficie y sólo dejan una estrecha franja de costa para vivir, fueran lo suficientemente atractivas como para hacer que otras familias quisieran trasladarse hasta allí. Se puso a pensar en cómo atraer a la gente, en cómo hacer atractivas esas tierras, cómo ilusionar a otros vikingos con aquél lugar… en definitiva: pensó en la que ha sido –posiblemente- la primera campaña publicitaria de turismo de la historia de la que haya quedado constancia escrita.
 
Como resultado de las ideas publicitarias que surgían en su mente, decidió bautizar a esas tierras como “Greenland” (“Tierra verde”) y tal como recoge la saga islandesa en donde se narran estos hechos, la “Saga of Greenlanders” (escrita en torno al año 1.200), puso el nombre de Greenland “porque si el nombre era atractivo, se animaría a la gente a ir allí”.
 
Este es un claro ejemplo de cómo un nombre, un slogan, puede transmitir a un producto o servicio un atractivo indudable para persuadir a la gente a “comprar” ese producto. En este caso, como hablamos de turismo, el objetivo de esa “venta” publicitaria era atraer turistas que se instalaran en aquél nuevo mundo. Es lo mismo que hoy hacemos cuando lanzamos campañas publicitarias de turismo de nuestra “Costa del sol” o llamamos a las islas Canarias “Islas afortunadas”.
 
El vikingo a quien se atribuye tan feliz idea publicitaria fue Leifur Eiriksson, más conocido como Erik el Rojo, el cual fue –dicho sea de paso- el primer europeo que descubrió y colonizó América… pero eso ya es otra historia.
 

Un viaje para descubrir Islandia de la mano de una familia islandesa.
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